Capítulo XXIX

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La oscuridad se ceñía, tiránica, sobre "Whispers House"

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La oscuridad se ceñía, tiránica, sobre "Whispers House".

Después de la muerte de Miss Kirby, la calamidad se había instalado en la propiedad y no había día en el que su aciaga presencia no sorprendiera a los habitantes en forma de un nuevo percance.

—Debes dejar de leer esos periódicos. Sabes que el amo Bradley los ha prohibido —reprendió Ms Cook a Miss Grey.

Las mujeres se encontraban en el porche de la mansión, aprovechando su tiempo ocioso para disfrutar el aire de la tarde, pues el sol era un evento astronómico infrecuente en esas tierras nebulosas y lobrégas.

La mencionada alzó los ojos y dirigió la mirada a su compañera sobre la inmensa página que le cubría medio rostro.
El de la contraria había adquirido el mismo tono que el de los betabeles que rebanaba para la cena, al igual que las palmas de sus manos.

—Pues el amo no puede negarnos el acceso a la información. Bastante tenemos con vivir en las afueras de la ciudad, a kilómetros de la civilización, como para que la única ventana de conexión con el mundo exterior sea también cerrada —protestó la muchacha.

Miss Clarke, que intentaba concentrarse en mejorar su bordado (nunca sería tan puntilloso como el de Ms Paige pero podía intentarlo), no pudo evitar reparar en las féminas debido al alto tono empleado y se encontró compartiendo opinión con la más joven. Aunque también entendía el porqué de la prohibición.

Desde el fallecimiento de Miss Kirby, la prensa se había encargado de dilapidar la imagen de los herederos Bradley, así como —según supo de boca de Ms Paige— lo había hecho en el pasado.
Los periodistas que esparcían injurias relacionadas a la muerte de la dama (aún cuando las pruebas oficiales decretaban que se había tratado de un accidente), eran los mismos que habían  desmembrado el apellido de la familia tras el incidente en las minas de carbón y el deceso de Miss Elizabeth.

Pero la culpa no recaía del todo en aquellos falsos difusores de la información sino que, parte de la responsabilidad, la tenían los consumidores.

A la sociedad le fascinaban los rumores, siempre que fuesen presentados en letra de molde, de una manera estética y formal. Y, aunque la governess repudiaba a esos inescrupulosos redactores, en más de una oportunidad había caído en la tentación de leer los titulares de aquellas noticias sensacionalistas.

Los encabezados iban desde lo romántico a lo siniestro: "De amor y otras tragedias" o "De la boda a la tumba". La noticia en cuestión, hablaba del amor no correspondido entre una abnegada y devota dama de sociedad (Miss Keira) y un inescrupuloso caballero caído en desgracia (Mr. Dominick), que la había seducido y posteriormente había planificado su homicidio para heredar su fortuna.

¡¿A qué herencia hacían referencia cuando ni siquiera se habían casado?!

Además, Mr. Kirby había retirado todo apoyo económico a la familia, no solo por la obvia cancelación del matrimonio, sino a causa del posterior alejamiento incentivado por los comentarios perniciosos de los medios, que habían contribuído a enfríar el vínculo de amistad.   

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