Capítulo V

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Mientras el joven Bradley era un libro abierto en sus discursos, en lo que a sus expresiones se refería era tan ilegible como un pergamino egipcio

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Mientras el joven Bradley era un libro abierto en sus discursos, en lo que a sus expresiones se refería era tan ilegible como un pergamino egipcio.

Otro misterio radicaba en el hecho de que era el menor de los hermanos quien llevaba a cabo la entrevista. ¿Qué había sido de Mr. Andrew? ¿Acaso continuaba de excursión?

Miss Clarke supo que no tendría una respuesta inmediata a aquellos interrogantes, pero tampoco se sintió del todo descontenta. Después de todo acababa de conseguir el puesto de forma permanente y se había salvado de responder ella misma a la última (e incómoda) pregunta, ya que los niños habían hecho una oportuna aparición en el magno comedor.

Había ansiado aquel momento desde hacía más de veinticuatro horas y finalmente había llegado.

Aurore y Robinson era tal como los había imaginado en sus pensamientos: niños especiales, de seis y ocho años, respectivamente. Pero, pese a que la sombra del luto empañaba el fondo de sus ojos (una lobreguez con la que estaba familiarizada) seguían siendo curiosos, inquietos y parlanchines (al menos la pequeña lo era) ya que la colmó de preguntas de inmediato, sobre los constantes llamados de atención de Ms Paige.

El ama de llaves tenía el ojo puesto en los infantes y su comportamiento, lo que era comprensible, considerando que había estado a cargo de su educación desde la muerte de su madre: Miss Elizabeth Bradley.

De esta última, poco sabía Miss Clarke. Tampoco había cruzado por su mente indagar en los pormenores de su fallecimiento con Mr. Long, ni mucho menos con Mr. Bradley. Sabía de primera mano que estos temas eran delicados. Además, le habían bastado los comentarios indiscretos de las criadas para forjarse una idea al respecto: causas trágicas rodeaban su inesperado deceso.

Supuso que debió ser ese el motivo por el cual no había demasiados retratos suyos en la estancia (no harían más que acrecentar el dolor de la pérdida) y tal vez, era esa la razón por la cual el niño Robinson resultaba más retraído que su fraterna.

El pequeño había mostrado un breve interés en ella. Después de una rápida inspección ocular, se distrajo con el vuelo danzarín de una polilla, por lo que permaneció al margen del interrogatorio cediendo todo protagonismo a su hermana.

En lo que a Mr. Bradley respectaba, la aparición de sus sobrinos fue bien aprovechada por el flamante dueño de la mansión. Dejó a los menores, en lo que llamó "una buena compañía", y se disculpó con los presentes retirándose a sus aposentos.

—El pobre debe estar agotado, después de su noche fuera —dijo Ms Paige para sus adentros, pero nada escapaba al agudo oído de Miss Clarke.

"Entonces era él quien había salido de expedición al bosque y no el hermano" dedujo la muchacha. Por lo visto había estado errada en sus especulaciones durante toda la jornada.

Aquel nuevo descubrimiento no hacía más que aumentar su curiosidad sobre la ausencia del mayor de los Señores. ¿Por qué no se había presentado aún? ¿Estaba enfermo?

"Un honda tristeza puede afectar seriamente la mente y el cuerpo", pensó. También permanecer enclaustrado, en el sitio que había compartido con su ser amado, podría ser la causa de su malestar.

Ella misma, pese al poco tiempo que llevaba de estadía, se sentía algo claustrofóbica. Quizá tenía que ver con el hecho de que todo en "Whispers House" era demasiado oscuro, atiborrado de mobiliario forrado en tapicería. Algunos rincones, incluso, expedían un vaho propio del encierro, el musgo y la humedad volviendo dificultoso el respirar.

—¡¿Qué les parece si comenzamos su lecciones matutinas afuera?! —sugirió a los niños, cuando terminaron de desayunar.

Aurore se mostró dispuesta y entusiasmada. Se levantó presurosa de su asiento, presta a ir en búsqueda de su material de estudio. Pero, el joven Robinson permaneció sentado y dibujó una mueca torcida que evidenció su profundo rechazo a la propuesta.

—A mi hermano no le gusta estar cerca del bosque —susurró Aurore a Miss Clarke —. Dice que las "voces" lo desconcentran.

—Te refieres a los sonidos de los animales —corrigió la governess —. No había pensado en ello. Pero, podríamos quedarnos cerca de la casa. He visto un jardín hermoso en el patio trasero —observó, obcecada en salirse con la suya.

—No lo sé...—dudó la menor —. ¿Qué dices Robbie? —dijo, acercándose a su oído—. ¿Podemos ir a "Lyre Garden"? Suele estar tranquilo últimamente.

El niño no emitió palabra, sino que comenzó a imprimir garabatos en el brazo de su hermana.

Al momento, la mujer se dio cuenta de las peculiaridades que envolvían a los menores. Sobre todo a Robbie, quien era aún más especial de lo que había supuesto.

››Es un hecho, iremos —determinó la pequeña.

—Pero tu hermano no ha dicho nada —alegó Miss Clarke, formulando un gesto de desconcierto.

—¡Ah eso!...Robbie no habla mucho, pero sabe comunicarse de otras formas. Es como un lenguaje oculto— explicó risueña. Sus orbes, tan azules como los de su tío, brillaban con aquel fulgor propio de quien guarda para sí un secreto —¡Si quiere le enseño!— expuso, fervorosa, luego de un momento de suspenso.

—Mmm quizá luego —dudó la governess. Tal vez la niña tenía buenas intenciones, pero no deseaba que su propuesta se convirtiera en una excusa para no estudiar las verdaderas materias —. Entonces, es definitivo. Vayan por su material de estudio. Los espero en "Lyre Garden"—resolvió.

Después de recoger sus propias herramientas de trabajo se encontró camino al sitio indicado.

Apenas llegó, Miss Clarke pensó en lo apropiado que había sido ese nombre: en aquel vergel parecía sonar un mítico coro de ángeles. 

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