Capítulo XXXI

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‹‹Ms Paige›› Sí algo tenía claro Ava, después del encuentro paranormal con la Señora de "Whispers House", era que para poder terminar de desenredar la madeja de secretos que envolvía  aquella arcana propiedad debía investigar a uno de sus habitant...

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‹‹Ms Paige›› Sí algo tenía claro Ava, después del encuentro paranormal con la Señora de "Whispers House", era que para poder terminar de desenredar la madeja de secretos que envolvía  aquella arcana propiedad debía investigar a uno de sus habitantes más antiguos (aquel que aún formaba parte del plano terrenal).

Con esa idea en mente, aprovechando que la añosa criada estaba ocupada digiriendo a los empleados encargados de reparar los estragos que había causado la tempestad, se encaminó a las escaleras.

Si la llave que había abierto la habitación tenebrosa estaba oculta en su cesto de costura, no podía siquiera imaginar lo que hallaría en sus aposentos.

Sin embargo, en el trayecto, algo más importante captó su atención: Mr. Dominick Bradley.

"¿Por qué se está escabullendo por la puerta lateral? " Se preguntó intrigada, mientras lo observaba a través de uno de los ventanales de la planta principal. "Y por qué diablos se está adentrando en ese bosque aborrecible?" Continuó meditando, atenta a sus movimientos.

En esa oportunidad no se quedaría con la duda. Había llegado el momento de poner fin a tantos interrogantes.

Cambió de rumbo y tomó salida por la puerta ubicada en la cocina para poder seguirlo.

Al principio se encontró abrumada por la detestable sensación que la embargaba cada vez que ponía un pie en la infame foresta, pero no estaba dispuesta a dejar que sus emociones la frenaran. Siguió al menor de los hermanos a través de la fronda, manteniendo una prudente distancia, con la precaución de no pisar ninguna rama reseca u hoja marchita que pudiera delatarla.

Llegó entonces a un sitio inexplorado, pero a la vez conocido: el cementerio familiar.

Había leído alguna referencia del camposanto en los periódicos y, por supuesto, sabía por experiencia que era costumbre entre las familias pudientes poseer un cementerio privado en sus propios terrenos, pero ese reconocimiento provenía de otra fuente, ella había estado en aquel lugar varias veces en sueños y apenas unas horas atrás Elizabeth la había llevado allí a través de sus recuerdos. Por tal razón supo, antes de leer el nombre que estaba escrito en la lápida sobre la cual se había hincado Mr. Dominick, que aquella tumba le pertenecía a la mencionada. Si entrecerraba los ojos, incluso, podía verla de pie al lado de la cripta donde descansaban sus huesos. Aunque no podía asegurar si la visión provenía de su psiquis o si en verdad su espíritu había vuelto a traspasar el velo hacia el mundo de los vivos.

La brisa sopló entre las hojas y acercó a sus oídos algunos murmullos, reconoció el timbre de la voz de su amado quien, asumió, estaba dirigiendo unas palabras, quizá una plegaria, a la difunta.

Motivada por la curiosidad, enfocó sus sentidos para descifrar el mensaje y pudo distinguir que su declaración era una petición, un ruego dirigido a Elizabeth:

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