Capítulo XXXII

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—Es imperativo que hable con usted

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—Es imperativo que hable con usted. ¿Podemos ir a un sitio privado...Señor? —solicitó la governess.

Debido a la expresión en el rostro y a la urgencia en el tono de voz, Mr. Andrew intuyó que el tema era bastante serio y ameritaba una completa discreción. Por lo cual la dirigió al único sitio de "Whispers House" cuyos muros herméticos eran capaces de resguardar secretos: el Gran Salón.

—Puede hablar con confianza Miss, nadie podrá oírnos aquí —animó el mayor de los Bradley, después de cerrar la puerta e invitarla a sentarse.

Él, por otra parte, se mantuvo de pie. Sus nervios le impedían mantenerse en una posición tan ajustada.

La mujer inspiró hondo, intentando serenar sus ánimos revueltos. Lo que le diría a continuación no era fácil:

—Aunque agradezco profundamente la oportunidad laboral que me han brindado usted y su hermano, debo decirle que he de dejarlos. Me marcho de "Whispers House" al terminar la temporada —informó, sin mayores rodeos.

El gesto de alarma en la faz del contrario fue evidente.

Ella, en tanto, intentaba no desvanecerse antes de terminar la siguiente frase.

Pensó que de no haberle tomado cariño a los pequeños se hubiera ido de allí de inmediato, pero su sentido de responsabilidad y su instinto protector, la retenían. Antes de partir descubriría quién estaba detrás de aquellos horribles actos, para poder exponerlo y evitar mayores daños.

—Confieso que esta decisión me toma por sorpresa, Miss —manifestó Mr. Andrew atribulado—. ¿Ha tenido usted algún problema con algún miembro del personal? ¿O se trata del pago? —inquirió, preocupado—. Sé que su salario actual no compensa todos sus esfuerzos, y créame cuando le digo que si dependiera enteramente de mí su remuneración sería mucho mayor, pero no es un secreto que la situación financiera de la familia no es la mejor ahora y eso condiciona mis posibilidades...

—Mi determinación no tiene que ver con ninguna de las razones expuestas Mr. No he recibido malos tratos por parte de mis compañeros y tampoco estoy disconforme con el monto de mi salario, al fin que tengo en esta casa todo lo que puedo necesitar para vivir con dignidad —expuso, sincera.

Su inconmensurable reserva alteró a Mr. Andrew.

Le generaba un profundo desespero desconocer la causa y no poder obrar en consecuencia.

Retiró del bolsillo de su chaleco el  estuche de sus puros, junto con las cerillas.

—¿Le molesta si fumo? —interrogó, y ante la negativa procedió a encender el cigarro.

No hubiera deseado llegar a ese extremo, pero la joven lo había obligado. Soltó la primera bocanada de humo y añadió:

—Si su determinación tiene que ver con la relación que mantiene con mi hermano Miss, he de decirle que ese no debe ser motivo para que nos abandone.

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