20| No estás solo

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Canción que West escucha en el auto en multimedia.

Canción que West escucha en el auto en multimedia

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Las horas pasan y el tan esperado descanso llega. A medida que los demás estudiantes cruzan los pasillos Lane y yo nos acercamos a las escaleras de incendios -estas prohibidas en el almuerzo-, cuando ya no queda nadie en los pasillos abro la puerta con sigilo, permitiendo nuestro ingreso.

No sé qué quiere Lorenzo, de por sí es extraño que me escriba, más si no es para presumir sus notas o insultar mi integridad.

Con él las posibilidades son infinitas, puedo hasta terminar en la mafia. Quién sabe.

-...Indiatown tendrá un torneo de tenis en unos días -comenta Lane cuando iniciamos el ascenso al tercer piso. No le presté atención a sus primeras palabras, a veces solo capto lo que me interesa. Y no sé por qué, el tenis no es lo mío desde hace años. Extrañarlo y querer volver a él es distinto, solo anhelo la sensación de libertad, el viento en mis brazos.

Mi corazón se acelera cuando estamos frente a la puerta que nos llevará a nuestra muerte segura. Por eso quedo paralizado, hasta las manos me sudan.

-Abrela tú.

El rubio hace lo que le pido. La puerta rechina un poco y las suelas de sus zapatos también. Aprieto los dientes. Lorenzo sabe que estamos aquí. Para remate tropiezo con la nada y golpeo mi cabeza contra la parte de la puerta que sigue sin abrir.

Lanzo un grito de dolor y caigo sujetando mi zona golpeada. Manchas negras aparecen en mi visión. La cabeza me palpita, no puedo pensar con claridad.

Maldito sea el día en el que la suerte fue repartida. De pasó ni se molestaron en darme un poco.

-¡Ven, West! ¡Dame la mano! Te ayudo... -dice Lane, amable como siempre. Le ofrezco la mano y logra levantarme con un poco de esfuerzo. Pasa un brazo por mis hombros y nos tambaleamos hacia Lorenzo, el que está pintandose las uñas de los pies en la escalera principal.

Termino sentado en el suelo con ayuda de mi amigo. Ambos observamos al castaño aplicarse un amarillo neón -color asqueroso, por cierto. No va con su personalidad y signo zodiacal, además de que deja ciego a cualquiera-. Él no pronuncia palabra hasta que carraspeo de la forma más ruidosa posible.

-Cuidado, no quiero restos de pulmón en mis uñas -dice esto con condescencia.

Le doy un repaso de arriba a abajo con la mirada más desagradable que puedo dar.

-Ese color es horrible.

Una risa muy fingida es lo que me llevo de su parte.

-¿Y qué color me recomiendas? ¿Negro como tu alma? -contraataca.

Buena esa. Buena esa.

Pero yo tengo una mejor.

-Verde, como lo que vomito al llegar a casa después de horas viendo tu cara.

¡Un rival de otro planeta!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora