15| No pude salvarlo

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-¡Al fin! ¡Tierra firme! -exclama Lukyan cerrando la puerta del auto y sentándose en la acera, su respiración está agitada

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-¡Al fin! ¡Tierra firme! -exclama Lukyan cerrando la puerta del auto y sentándose en la acera, su respiración está agitada. Se ve pálido.

Me río entre dientes.

Exagerado.

Bajo del auto y suspiro, es la primera vez que estoy en la ciudad. No puedo evitar echar en falta los múltiples árboles en las calles y la familiaridad con la que todos se saludan.

Aquí nadie se conoce, al menos no realmente.

Me siento al lado del extraterrestre, que mira embelesado todo a su alrededor.

¿Será también su primera vez saliendo del pueblo?

-Lo es.

Una sonrisa se extiende por mi rostro.

¿Qué tal si dejas de hacer eso?

-No, es divertido hacerlo -confiesa el castaño, sus ojos no se despegan de los edificios.

-¿Y si te digo que no lo hagas?

-Hace unas semanas te dije que podía bloquear los pensamientos de las personas a mi alrededor, conservando uno -explica, esta vez me mira a los ojos. Asiento con la cabeza frunciendo el ceño.

El mundo de Lukyan es tan raro y nuevo para mí.

Aunque me muestre todo de él, aún me quedarán preguntas por hacer y eso es inevitable, ¿quién en su sano juicio no tendría curiosidad por algo como eso?

-¿Prefieres que lea los pensamientos de un desconocido?

Niego con la cabeza.

No es que guarde muchos secretos ni que piense tan profundamente, solo me quejo de las personas.

-Cuéntame sobre Medas -le pido y apoyo mi cabeza en su hombro. Está empezando a oscurecer, prueba de ello son las farolas recién encendidas a nuestro alrededor.

No puedo ver su expresión, no obstante, sé que no es de absoluta alegría.

-Mi planeta era el centro de Andrómeda y no es porque fuéramos los más importantes y civilizados, era porque, literalmente, estábamos en el centro.

Asiento, escuchándolo con atención.

-Desde la creación del universo, Medas fue un planeta de hechiceros y reyes ancestrales. Teníamos tres soles, los que llamábamos los tres brillantes y estos guiaban nuestra existencia. Estos soles, cada cierto tiempo, iluminaban el palacio de la capital, indicando que habían escogido un nuevo gobernante. Podían pasar cientos de años para que pasara y curiosamente los tres brillantes me escogieron para ser su líder.

-¿Qué hiciste para que te escogieran? -pregunto con el ceño fruncido, es demasiado para asimilar.

Él se queda callado por unos minutos.

¡Un rival de otro planeta!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora