14| Alta velocidad

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-¡Así que te besaste con Lukyan! -exclama Naomi llena de felicidad, su corto cabello negro pulula al viento mientras ella mueve frenéticamente las manos

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-¡Así que te besaste con Lukyan! -exclama Naomi llena de felicidad, su corto cabello negro pulula al viento mientras ella mueve frenéticamente las manos. El patio trasero de la escuela, lugar dónde nos encontramos, está prácticamente vacío, la mayoría de los alumnos están en la cafetería tragándose medio mundo.

Golosos...

En respuesta a su felicidad asiento con la cabeza y cierro los ojos. El no escuchar el ruido de los cuchilleos, el resonar de las bandejas en las mesas y la intensa voz de Lorenzo me da tranquilidad.

Necesito paz.

¡Quedaré calvo tarde o temprano!

O mi cabello quedará blanco como el protagonista de Les Miserables...

Me estremezco ante esta idea.

A pesar de buscar paz y tranquilidad no la encuentro. Cierto extraterrestre gigantón y musculoso se cuela en mi cerebro. Sus calientes labios besándome, recorriendo mi boca a la vez que sus manos aprietan mis espalda. Su cabello largo y castaño, el que se crespa en las puntas. Esa nariz prominente rozando la mía, mis piernas entrelazadas en sus caderas, nuestros...

-¡Tranquilo, West! ¡No es sano estar tan... extasiado! -esto último lo remarca mi amiga soltando una risita.

Abro los ojos y aprieto los labios.

¡Casi llego a la mejor parte!

¡Agh!

Mis ojos taladran la carita perfecta de Naomi, sus gruesos labios forman un puchero.

¡Uno no interrumpe de esa forma tan cruel los bellos pensamientos de las personas!

-Parece que te gustó mucho el beso... -susurra la pelinegra.

-¡Claro que no! ¡Son ideas tuyas! -grito abanicándome con la mano.

Demasiado calor por hoy, ¿no?

-Es algo normal, con tal ha sido un obsesión desde hace años...

Mi boca se entreabre un poco, quiero reclamarle, decirle que no es cierto, que Lukyan no fue tan importante en esos años, pero... eso sería mentirle.

Suspiro y me levanto como resorte.

Necesito pensar.

Enserio.

-¿A dónde vas? -pregunta, una de sus manos tapa su rostro del sol, el que le da en plena cara.

Miro anhelante la cancha de tenis.

Quiero...

Niego con la cabeza, deshecho ese inexplicable deseo de tomar la pelota y darle con la raqueta y volver a intentarlo.

Ya es pasado.

Como Júpiter.

Ese último pensamiento me duele, agujas se clavan en mi corazón. Aprieto los ojos.

¡Un rival de otro planeta!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora