XII

3.8K 240 37
                                    

Liese

Solo dejo de mirar la espalda de Kay mientras se marcha cuando lo pierdo de vista entre las ramas nevadas de los gigantescos árboles.

Una sensación de rabia e insatisfacción me recorre. No puedo evitar frustrarme al recordar lo cerca que estuvieron nuestras bocas y lo rápido que ese maldito silbato lo arruinó todo. Por otro lado, no me siento del todo bien después de haber rechazado su propuesta de huir, pero es una locura. No es algo que no he pensado en diversas ocasiones, ni tampoco nada que no me apetezca hacer cada día más, pero se que no soy capaz de huir y arrasar con todo. No soy tan valiente. No soy como él. 

Una avalancha de preguntas pasa por mi mente mientras camino de vuelta al grupo, tropezando varias veces con ramas y troncos ocultos por la nieve. Algunas de esas preguntas son: "¿Por qué querría huir conmigo? ¿Estará Derek también dentro de ese plan? ¿Dónde y como pensaba vivir por sí solo?", y un largo etcétera de preguntas de las que no obtendría respuesta por el momento. 

— Casi nos vamos sin usted. — me dice la instructora Mathilda cuando me acoplo de nuevo al grupo, ya todos de pie y listos para continuar la marcha.

— Disculpe, me he desorientado un poco. — le contesto yo, y ella se limita a asentir con la cabeza y deja de mirarme. Como de costumbre, siento la dura mirada de Kay fijada en mi espalda.

— Bien, ¡nos vamos! — vocea la instructora. Después comienza a caminar y todos la seguimos en completo silencio.

***

Tras una larga, tediosa y silenciosa caminata, por fin nos paramos frente a El Templo. Sus gigantescos muros negros se alzan ante nosotros, tapando completamente el poco sol que traspasa las copas de los árboles que nos rodean. Es una estructura gótica, oscura y con un aura un tanto terrorífica, pero lo que sucede dentro es de todo menos terrorífico. 

El templo engaña por su edificación, pero por dentro es todo lo contrario, siendo completamente blanco, con mucha luz y un olor a incienso y limpieza que es incluso hasta placentero. Es un lugar que transmite mucha calma y paz.

Las enormes puertas se abren, rechinando debido a la edad de las mismas. Todos empezamos a entrar en fila india y tomamos asiento frente al altar donde se encuentra la bañera repleta de esa agua roja que simula la sangre, y a los pocos segundos, los cinco Gobernadores más reconocidos de todo el mundo empiezan a posicionarse en una fila horizontal frente a nosotros, subidos en el altar, justo en frente de la bañera, ocultándola casi por completo. Todos van vestidos de negro, para diferenciarse con mayor claridad de nosotros y destacar sobre la sala. 

Aún están entrando los últimos internos, y como no, dejan a los milagrosos para el final. 

— Me honra tener el placer de presentarles a nuestros internos Kay y Derek, conocidos como Los Milagrosos. — le anuncia la instructora Mathilda a los Gobernadores con una amplia sonrisa, como si se sintiera realmente orgullosa de esos dos chicos, pero yo se que los odia. Esta mujer odia a todo el mundo, incluso me atrevo a decir que se odia a sí misma y por ello lo paga con nosotros.

Los Gobernadores miran con admiración a Kay y a Derek, quienes entran a la vez y caminan por el pasillo que se forma de camino al altar, delimitado por nuestros asientos a la derecha y a la izquierda. 

No aparto mis ojos de Kay, del cual espero una mirada o una sonrisa pícara, como siempre hace conmigo, pero esta vez solo cruza sus ojos negros con los míos un par de segundps, pero estos no transmiten nada, solo se trata de una mirada fría que expresa decepción, y es algo que me molesta más de lo que debería. Sin embargo, Derek me regala una cálida sonrisa a mí y a algunas chicas más. 

PecadoresWhere stories live. Discover now