CAPÍTULO 5 (1/2)

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Serkan:

Ahora que la tenía delante no sabía cómo actuar, no sabía que hacer o como reaccionar. Solo sabía que necesitaba a Eda como nunca jamás había necesitado a alguien antes. Quería tocarla, abrazarla, respirar de una vez por todas desde el momento en el que creí que algo podría haberle sucedido.

- Soy plenamente consciente de que puedes defenderte por ti misma, pero eso no significa que me guste que te pongas en riesgo cada dos por tres o que te comportes de manera tan inmadura al no hacer caso a una de las pocas normas que te he puesto- susurré, cerrando los ojos para intentar apartar pensamientos opuestos de mi cabeza-
- ¿Pocas normas? Te recuerdo que esas pocas normas de las que hablas son las que limitan mi libertad y privacidad- atacó ella alzando un dedo en mi dirección-
- A mí no me gusta, pero es mi trabajo, es la única forma que tengo de asegurarme de que no te ocurre nada en ningún momento- atrapé su dedo en el aire y tiré de ella hacía mí con facilidad-

La distancia entre nuestros cuerpos era nula en ese momento, y las respiraciones se escuchaban agitadas por parte de ambos. Sí, mi intención al entrar en su habitación no había sido discutir, había sido atraerla hacía mí, volver a sentirla cerca y tener la claridad de que me molestaba el hecho de que pudiese ocurrirle algo.
Aspiré el dulce aroma que desprendía el perfume de Eda y mis piernas temblaron por un segundo.

- ¿Qué haces, Serkan?- susurró contra mis labios, nuestro aliento se encontraba- No sé qué pretendes, no sé qué quieres de mí y eso me está volviendo completamente loca. Ni siquiera me conoces...
- Sí que lo hago- me apresuré a decir- bueno, no, pero sí que puedo verte...
- ¿Y qué ves?- me miraba con ojos cansados, como si estuviese agotada de luchar contra todo y todos-
- Te veo a ti, Eda, a ti -repetí-

Rocé mis labios con los suyos pero no la besé, no podía besarla en ese momento o no tendría las fuerzas suficientes para detenerme. Puede incluso que ni siquiera pudiésemos disfrutar demasiado de este momento porque me volvería loco en el instante en que mis labios chocasen contra los suyos.
Con dos pasos la apreté contra la pared, inmovilizándola contra mi cuerpo y deslizando mis labios por su mandíbula, queriendo absorber la suavidad de su piel, el aroma de su perfume.

- Esto es una completa tontería- dijo Eda con voz ronca- De verdad, ni siquiera deberíamos estar pensando en esto, y sin embargo... no sale de mi mente ni un solo segundo desde que me besaste...
- No te preocupes, no volveré a besarte- aseguré-
- Yo tampoco te besaré- y no lo hizo, porque su siguiente movimiento fue lamer mi cuello con lentitud-

Cuando se alejó me miró con los ojos muy abiertos y una ligera sonrisa en los labios, buscando saber si me había gustado, al parecer encontró la respuesta que quería porque deslizó las manos en el interior de mi chaqueta para hacerla caer al suelo con mucha sutileza. Poco a poco enganchó los dedos en los botones de mi camisa mientras dejaba un camino húmedo y ćalido sobre mi mandíbula. El simple acto de verla explorando mi cuello consiguió encender todo el deseo que tenía dentro.
Volvió a succionar mi cuello con suavidad y contuve un gemido para no caer totalmente rendido a sus encantos. Al parecer había terminado con los botones de mi camisa porque el aire frío recorrió mi abdomen.

- He soñado con estar contigo desde la primera noche en que te conocí- susurró contra mi piel- Lo digo en serio, esa misma noche soñé que me hacías el amor durante- beso mi clavícula con suavidad- toda la noche.

Eda:

Era yo la que tenía el poder.
Lo tuve desde el momento en el que Serkan entró en mi habitación sin ser invitado, lo pude ver en sus ojos, pude ver como se rendía a lo que ocurría entre nosotros aunque su cerebro luchase con sus deseos.

Volví a lamer la clavícula de Serkan y lo sentí estremecerse bajo mis manos. Al parecer aquello lo hizo querer hacer ademán de retroceder, pero apreté mi agarré en sus hombros y lo mantuve presionado contra mi cuerpo. Así que volví a lamer el hueco de su cuello y esta vez sí que no controló el gemido en su garganta. Una pequeña victoria para mí.

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