6 | Miles de millones de neuronas.

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Siempre le ha fascinado la manera tan extraordinaria que tiene el cerebro de funcionar en lo que respecta a la memoria

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Siempre le ha fascinado la manera tan extraordinaria que tiene el cerebro de funcionar en lo que respecta a la memoria. Aunque sea de letras, investiga a menudo sobre las miles de millones de neuronas que esperan en la corteza cerebral al impulso eléctrico que recupere un recuerdo.

A veces le gustaría parar un recuerdo en concreto. Así, de golpe, antes de que su imaginación reviva el momento. Como cuando los curas del Vaticano especializados en exorcismos gritan «atrás, Satanás».

Pero no es tan fácil. Porque el impulso eléctrico siempre llega, y acaba viajando en el tiempo a un olor, una voz, o un momento del pasado.

A algo que no quiere recordar.

Encima, lo jodido es que es muy fácil confundir un recuerdo con una situación fabricada o manipulada por la imaginación. O, al menos, eso es lo que dijeron en un curso de psicología gratis que encontró por internet.

—La mayor parte de los recuerdos de la primera infancia no son recolecciones de experiencias en primera persona —había dicho la ponente—, sino la suma de fotografías, anécdotas que nos han contado, grabaciones de vídeo o percepciones que asociamos a un tiempo pasado.

Tiene grabada esa frase a fuego.

Porque explica lo poco que recuerda de su madre.

Sólo es capaz de revivir una tarde en particular. Ha evocado ese momento en circunstancias muy distintas: en medio de una conversación, en una comida familiar... pero casi siempre soñando. Y le gustaría saber si es una creación de su hipocampo o pasó de verdad. Hasta ahora, no tiene respuesta.

En el recuerdo, no tiene mucho más de dos años, aunque todo está envuelto en un velo atemporal. A veces parece un sueño febril, destinado a suplir un vacío que lleva demasiados años en él. Otras veces parece muy real. Pero, incluso esas ocasiones en las que todo se ve borroso, está seguro de que pasó de verdad.

Cuando sueña que está allí, en el salón de la casa donde creció, es como meterse en una fotografía. Dependiendo del día, ve la misma escena desde distintas perspectivas: junto a sus padres, desde la ventana, o en tercera persona desde la puerta. En ocasiones le parece insoportable, una especie de sobrecarga sensorial en la que los elementos y los detalles del recuerdo se entremezclan.

Volver a esa tarde es una sensación agridulce.

Reconoce partes del salón: la estantería con los libros clásicos de su padre (que más tarde perdieron porque desapareció en el camión de mudanza), los discos de canciones infantiles y las revistas que compraba su madre en el quiosco.

Pero sobre todo se acuerda de ella.

Su madre destaca en mitad del recuerdo: cabello rojizo y liso, piel blanca como un cielo de invierno y esa sonrisa que recuerda cada vez que está intranquilo. Siempre ha pensado que su sonrisa le decía que ella siempre estaría con él.

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