18 | Algo que me gustaría enseñarte.

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Los siguientes tres días pasan con normalidad y expectación

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Los siguientes tres días pasan con normalidad y expectación. Esta vez no hay despertadores inusuales —el desayuno lo hacen juntos cuando ambos están despiertos, nadie pega voces de madrugada y Brenda parece ocupada esas mañanas construyendo un nido en la cornisa— y la semana sigue transcurriendo sin demasiadas novedades. Lo cual, según Lucas, es buena señal.

La ausencia de incendios y de apagones no impide que la complicidad continúe entre ellos dos. Siguen pasando todas las mañanas juntos —empiezan a adquirir hábitos sin darse cuenta, como hacer ejercicio después de desayunar o sacar DVDs al azar de la estantería de películas al terminar de comer— y, exceptuando el rato que Lucas pasa encerrado dentro de su habitación viendo las clases de la universidad, comparten casi todas las horas.

De vez en cuando, en medio de esa rutina tranquila que han asimilado, Lucas percibe cómo la tensión zumba en el aire. Una tensión que viene y va, como si no tuviera claro si va a ser bienvenida en ese apartamento. Él mismo muchas veces no lo tiene claro. Pero como Álex no hace nada para evitarla y, desde luego, tampoco hace ningún comentario al respecto, asume que es consensuada.

Alicia se encarga de mantener la llama de la incertidumbre viva en su interior. Lucas recibe una media de cinco mensajes suyos al día en los que pregunta si hay novedades, y él responde que —dado que sólo han desayunado entre el mensaje anterior y el último— difícilmente le ha dado tiempo a empujarle contra la encimera de mármol, abalanzarse sobre él y montar un show ahí mismo.

Pero mentiría si dijera que no ha pensado en ello. Pasar los días con alguien lleva a un nivel de cercanía que nunca había experimentado antes, una proximidad que difumina la barrera entre los sentimientos, y Lucas es el epicentro de ese terremoto emocional. Son muchas horas, muchas miradas cruzadas y muchos roces con distintas intenciones.

—Dejarse llevar cada vez suena menos como una broma —le dice a Alicia una de esas noches—. Aunque no lo voy a hacer. Sólo un inconsciente nadaría mar adentro a la espera de que le lleve la corriente.

—Como dije, esa es tu decisión.

—Ya.

Si la decepción se manifiesta en la voz de Lucas es porque lo que quiere, en el fondo, es que ella termine de empujarle a hacer lo que lleva dando vueltas el día entero. Pero Alicia es lo suficientemente lista como para no arriesgarse a ser la cabeza de turco: si algo sale mal, no va a ser su culpa.

—En tu defensa, diré que sí ha dicho que te pareces a un joven River Phoenix.

—Ha dicho que cuando protesto parezco River Phoenix —corrige él—. No estoy seguro de que eso sea un cumplido.

—Da igual, la comparación en sí ya es un halago.

Y es que, en esos tres días, Álex consigue hacerle pequeños comentarios que le hacen sonrojarse o, al menos, —cuando consigue frenar a tiempo esa estúpida reacción corporal— acaban reproduciéndose en su cabeza una y otra vez como un disco rayado cada vez que está acostado de noche mirando al vacío.

14 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora