14 | Las hortensias de Claudia.

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Lucas habría esperado que, después de la conversación de la noche anterior, se despertaría esa mañana algo más tranquilo

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Lucas habría esperado que, después de la conversación de la noche anterior, se despertaría esa mañana algo más tranquilo. ¿Acaso no decía mucha gente que el universo encuentra formas de equilibrarse?

Por eso, antes de dormirse había estado casi seguro de que esta vez, al abrir los ojos, no encontraría una paloma en su regazo. Para compensar la conversación telefónica tan intensa, principalmente. Según él, acostarse en su habitación en lugar de en la hamaca de la terraza debería ser suficiente para librarse de despertadores inusuales.

Pero no es así.

—¡Mierda! ¡Joder, joder, joder!

Los gritos de Álex le despiertan, aunque no es lo primero que escucha.

Al principio achaca la culpa de no enterarse de la situación a estar adormecido, pero pronto descubre que en realidad están pasando demasiadas cosas a la vez. Sus oídos empiezan a distinguir la amalgama de sonidos que provienen del apartamento, hasta que consigue filtrarlos y distinguirlos desde la cama.

El primero y más obvio: la desesperación de Álex. De vez en cuando profiere voces, en su mayoría palabrotas, aunque Lucas aún no sabe por qué.

El segundo: los ruidos metálicos que vienen del otro lado del pasillo, como si alguien hubiese entrado en la sección de cocina de IKEA y se estuviera dedicando a pegar patadas a todo objeto que tenga cerca.

El tercero: la alarma de incendios.

Se pregunta cómo no ha diferenciado el que sin duda es el sonido primordial, aunque no tarda en comprender que ese silbido estridente y taladrador, que se mete por las grietas de las paredes y zumba por todo el apartamento, debe de estar a tal frecuencia que sólo la escuchan los perros.

Adormecido, trata de despertar su mente recordándose la gravedad del momento, con pensamientos como «se está quemando algo», «puede que estés en peligro mortal y estaría bien empezar a despedirnos de nuestros seres queridos» o incluso «quizá te estés perdiendo la intervención de un bombero buenorro de esos que salen en los calendarios de Navidad».

Logra incorporarse al cabo de unos segundos y se apresura descalzo al exterior de su habitación. Confirma que Álex no está en la suya con un rápido vistazo por la ranura de la puerta antes de continuar hacia la cocina, de donde sale un intenso olor a quemado.

Al llegar, ya no suena la alarma de incendios, pero aún quedan los últimos remanentes de una llama recién apagada.

—Pero ¿qué coño...? —acierta a preguntar al observar el panorama.

El espacio diáfano del piso está velado por la humareda a medio extinguir. En medio de la cocina encuentra a Álex observando con horror cómo un objeto indeterminado está chamuscado por completo en la sartén. Sostiene en su mano izquierda un enorme extintor rojo, lo cual no sólo hace alarde de su fuerza física, sino que explica lo que ha ocurrido pocos minutos atrás.

14 díasWhere stories live. Discover now