32 | No tengo ningún interés en acostarme con Meryl Streep.

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A las diez, cuando vuelve de lavarse los dientes, encuentra a Álex preparando un gin-tonic en la cocina

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A las diez, cuando vuelve de lavarse los dientes, encuentra a Álex preparando un gin-tonic en la cocina.

Si fuera otra persona, se habría sorprendido del espectacular kit con bayas de enebro, cardamomo, pimienta de Jamaica y otras tantas cosas que no reconoce a pesar de que la marquesa le regaló una caja igual a Alicia por su cumpleaños (quizá consciente de que, para aguantar a una madre así, su hija iba a tener que recurrir al alcohol).

Pero es Álex, y sería absurdo asombrarse por ese despliegue de medidores de ginebra y cucharas trenzadas.

—¿Y esto? —pregunta, con el sabor de la pasta de dientes aún en la boca.

—Estoy preparando un gin-tonic.

La respuesta de Álex llega sin que modifique su cara de concentración, como si fuera un maestro barman. Toda su atención está en la bebida.

—Ya, eso lo veo, no soy ciego. Me refiero a que por qué estás preparando uno. El doctor dijo que no podías beber hasta la semana que viene.

—Bueno, pero tú si puedes beber, así que ¿por qué no?

Lucas observa cómo la ginebra azul cambia el color de la tónica al mezclarse con ella, otorgando un tono bonito y elegante al contenido de la copa.

—¿No es un poco masoquista preparar una bebida sabiendo que no la vas a poder tomar? —Aun así, se acerca a la encimera y rodea con los dedos el cristal frío ahora que el cóctel ya está terminado.

—Puede ser. Pero yo siempre puedo hacerme uno sin alcohol.

—¿Hay algo más deprimente que un gin-tonic sin ginebra? —inquiere Lucas, poco convencido—. O sea, le estás quitando tres de las ocho letras del nombre.

—Sigue siendo sofisticado, porque normalmente la gente no le echa pimienta rosa ni hielo a la tónica. Ni la sirve en una copa de balón —trata de defender Álex.

Lucas resopla, pero bebe un sorbo del cóctel. Y está jodidamente bueno, así que no se atreve a contraatacar con otro comentario (al menos de momento) por miedo a que decida quitarle el gin-tonic.

A pesar de que parecen estar en medio de una metamorfosis en la que acaban convertidos en señores de cuarenta años que beben por las noches sin motivo, es de las mejores copas que ha probado.

—¿Dónde aprendiste a preparar esto así? —pregunta.

La única vez que hicieron cócteles en casa fue en una cena que organizó Alicia. A alguien se le ocurrió que tomar unos sex on the beach era una buena idea, pero la «versión cutre y universitaria» que consistía en mezclar a ojo vodka y zumos de melocotón, naranja y arándanos. El hecho de que Álex tenga utensilios para bebidas alcohólicas es ligeramente chocante (y un poco boomer, para qué mentir).

—En una cita de Tinder —dice Álex, divertido.

—¿Estás de coña?

Lo más seguro es que esté vacilándole y tan sólo lo haya dicho para seguir la broma recurrente que tienen los dos. O eso cree hasta que Álex dice:

14 díasWhere stories live. Discover now