26 | Va a estar bien.

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A las cuatro de la mañana sigue dándole vueltas a la idea de que hay algo que tiene que hacer, pero no sabe bien qué

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A las cuatro de la mañana sigue dándole vueltas a la idea de que hay algo que tiene que hacer, pero no sabe bien qué.

Las calles están oscuras. La mitad de las farolas están apagadas e impera el silencio. Toda la ciudad duerme menos él. Sigue tumbado en la terraza, porque no cree que pueda soportar dormir con el hueco de la cama vacío. Sobre todo después de que esa misma mañana hicieran la promesa de dormir juntos todas las noches que quedaban hasta terminar la cuarentena.

Piensa en Álex. En que en esos instantes está en su apartamento sin él, cuando todo había empezado a ir bien. Al menos hasta que le echó en cara haber mirado la hora en su teléfono. En perspectiva, ahora cree que ha sido un completo imbécil, porque no tiene ningún sentido enfadarse por eso. Y su único deseo es haber podido decírselo antes de que se lo llevaran.

Coge el móvil, pero no sabe qué hacer con él. Si llama a los hospitales, seguro que le ponen pegas por no ser un familiar directo y, aun así, a esas horas ni siquiera cree que le vayan a coger el teléfono. No obstante, tiene que decírselo a alguien. El problema es que no tiene ni idea de a quién debería decírselo.

«Óscar». El nombre aparece en su mente en un segundo. ¿Estará despierto? Por algún motivo, parece la persona más próxima a Álex. De su familia sólo ha oído hablar de su madre —con quien únicamente ha discutido y a quien, de todas formas, no sería capaz de contactar—, y juraría que cuando revisó las publicaciones de Álex en redes sociales no vio a nadie particularmente cercano a él.

No tarda en encontrarle como @elchavaldelsaxo en Instagram, un usuario ligeramente pornográfico para alguien que no se fije bien y uno con el que se habría reído en otras circunstancias. Pero las circunstancias son las que son, así que pulsa el botón para solicitar seguir la cuenta y aguarda.

Cuando se da cuenta, está llorando.

Es una de esas veces en las que uno no es consciente de que ha empezado a llorar hasta que nota la sal de las lágrimas al rodar hasta sus labios. No llora con ganas, sino que es la forma biológica de expulsar el miedo y la confusión de su organismo. No se molesta en parar el llanto; en cambio, mira con ojos vidriosos la ciudad y trata de centrar la atención en otra parte.

Está a punto de desistir e irse a la cama —en realidad, a cualquier sitio menos la cama— cuando le alerta el sonido de una notificación.

«@elchavaldelsaxo empezó a seguirte».

Le sorprende que, al momento, le llegue una foto por mensaje privado. No se esperaba que le mandara nada, mucho menos una foto.

Pero al abrir lo entiende: es una captura de pantalla de su fondo de pantalla (un golden retriever que debe de ser suyo) con la hora rodeada en rojo y un texto que dice «¿vivimos en franjas horarias distintas o...?».

Decide no dar más rodeos. Le envía un mensaje con su número de teléfono, le pregunta si puede llamarle porque es urgente y se queda con el móvil en la mano, toqueteando nervioso la parte trasera con los dedos preguntándose cómo coño le va a decir a Óscar que se han llevado a su amigo en una ambulancia.

14 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora