Capítulo 34

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Gabriel

Dicen por ahí que todos los días aprendemos algo nuevo.

Y yo en una sola mañana había aprendido dos cosas de Lu: La primera es que esta mujer no le tiene miedo a nada y la segunda es que tiene una familia dispuesta a hacer cualquier cosa por ella, repito: cualquier cosa.

Y no sé si debería alegrarme o salir corriendo.

O tal vez las dos.

Pero a ver... vayamos por partes:

Debería comenzar con el hecho de que a Luna no le importa ningún tipo de comentario en lo absoluto, indirectas de Cristal: le valen una mierda; indirectas de Roberto: También; ironías del comisionado: Pues a ella se le ocurren más. Es que así es Luna y voy a admitir ―no frente a Juan, por supuesto― que esa es una de las tantas cosas que me atraen de Lu (y también voy a fingir que nunca he pensado esto). Por eso, cuando a mi padre se le ocurre decir frente a todos:

―Según lo que escuché allá adentro, a ustedes les gusta divertirse bastante. No se preocupen, puedo buscarles la casa de campaña más alejada si quieren.

Yo me atraganto con mi café, Roberto que ya estaba desde antes frente a nosotros, levanta la mirada hacia los dos y Lu, que ya me había imaginado yo que saldría con una de esas ocurrencias suyas, deja su bebida de regreso sobre la mesa y con una sonrisa de suficiencia, me dice:

―¿Lo ves? Tu padre sí acepta nuestro matrimonio, ya no va a ser necesario robarte a escondidas. ―Vuelve a tomar la bebida y con la misma sonrisa del guasón, se vuelve a él preguntando: ―¿Comisionado, puedo pedirle la mano de Gabriel?

Por Dios. Mi padre se ríe, le responde que tendría que pensarlo muy bien fingiendo que en realidad sí se está analizando todas las posibilidades, incluso toma asiento de nuevo y con una mano en la barbilla y con la otra revolviendo un té con la cucharita, suelta:

―Está bien, ¿pero qué vas a darme a cambio de Gabriel? ―Así tal cual. Entonces vuelvo a tomar un sorbo de mi café para no reírme, porque con estos dos hay que esperarse lo que sea. Roberto está más intrigado que yo en la conversación o solo está intrigado en Lu tal vez. Miro que se saca el teléfono y comienza a teclear algo, pero mi atención vuelve a Luna cuando la escucho decir:

―Diez cerdos. ―Casi escupo mi café de regreso (otra vez). En este momento sí me río y finjo indignación volviéndome a Luna:

―¿Diez cerdos? ¿Eso valgo para ti? ―Hago una pausa y agregué con mi ego de diva: ―Unos veinte al menos.

―Son holandeses.

―¿Cerdos holandeses? Me parece un trato justo. ―Exclama mi padre. Le tiende la mano a Luna para simular el trato. Al mismo tiempo que grita para que Elísabet lo escuchara hasta la cocina: ―Cariño, tendremos diez cerdos holandeses.

Escucho la risa de la esposa de mi padre y seguido a eso el comisionado se pone de pie diciéndome que yo mismo elaboraré el contrato de que recibirá diez cerdos a cambio de mí. Así tal cual. Ni siquiera voy a opinar al respecto. Antes de retirarse, se dirige a Lu:

―¿Está lista para caminar todo el día, Rodríguez? La experiencia también incluye ejercicio cardiovascular, un guía va a llevarnos hasta el puente. Gabriel, procura que los mosquitos no se lleven a bolas, por favor.

Sigo sin superar el «bolas».

―¿Por qué me señala a mí comisionado? ―Replica ella de inmediato. ―¿No se habrá contratado una pandilla de mosquitos que me lleve, verdad?

Se busca novia © (Disponible en Amazon 🌸Digital, Papel y Kindle Ilimitado🌸)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora