Capítulo 76

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Gabriel

Existen dolores que no son necesariamente físicos.

Los que se originan en el alma son mil veces peor.

Y yo no recuerdo si alguna vez sentí un dolor así, que me atravesara el pecho, que me hiciera sentir como se me desgarraba el corazón, literalmente. Hasta hace poco escuchar una expresión así me hubiera parecido una exageración, pero ahora lo comprendo, es algo insoportable y cada segundo que pasa es todavía peor que el anterior.

Este es el día que no se me va a olvidar nunca.

Tampoco el vuelco que me da el corazón cuando escucho que le dispararon a Lu.

—Mauricio... —El sujeto, Andrés, había salido de la cabaña. Caminando hacia nosotros, arrastrando una pierna herida y dice: —Mauricio le disparó a Luna.

—¿Qué cosa?

—Está herida. Le prendió fuego a la cabaña. Luna está ahí.

No lo pienso dos veces, corro hasta el lugar que menciona. Ya no logro mantener la calma. Entro a pesar de todas las advertencias. Ignoro todas las voces que me dicen que no tengo que pasar y es en el momento que la miro que mi odio por mí mismo incrementa más, porque esto no hubiera pasado si yo no le hubiera concedido a Roberto el poder de dejarlo a solas con mi teléfono, tampoco hubiera sucedido si yo detenía a Luna antes de que saliera de mi apartamento, tantas cosas que pude evitar y yo no lo hice.

Me dejo caer a su lado y lo primero que hago es sostenerle la mano a Lu, en mi desesperación comienzo a hablarle con la esperanza de que me responda. Me quito el saco e lo presiono sobre la herida. Me tiemblan las manos y los ojos se me cubren de lágrimas, comienzan a salir una tras otra, no puedo detenerlas, la voz se me quiebra cuando intento decirle otra cosa más. Se me están comenzando a llenar los pulmones de humo. Quiero sacarla de aquí pero no me lo permiten. Le hablo de nuevo y nada, no pasa nada. No habla, no se mueve. Veo a los paramédicos llegar y me aparto sin que me lo pidan, pero me mantengo a un costado todavía acariciando los dedos de Lu.

—Señor Mariani, tiene que salir. —Estoy consciente de que me están hablando a mí, pero no les presto atención; porque en ese momento siento como su mano que está cubierta con la mía va perdiendo fuerzas y el dolor del que hablaba antes se incrementa todavía más dentro de mi pecho. Intento controlarme, que las lágrimas no me nublen los pensamientos, pero no puedo. —Señor Mariani, por favor, permítanos.

Solo me aparto un poco. Toman la mano de Lu y cuando ven el aparato que le han puesto en el dedo comienzan a moverse más rápido, la suben a la camilla y uno de ellos le dice al otro que el pulso está bajando. Les pregunto si va a estar bien y no me responden. Vuelvo a preguntar si va a estar bien y el mismo paramédico que me hablaba antes me repite que tengo que salir de aquí, pero yo lo hago hasta que sacan a Luna de aquí y yo me voy detrás de ellos.

—Va a necesitar una trasfusión, urgente. —Hablan entre ellos. Cuando salgo no presto mucha atención a lo que hay afuera. Todo está pasando tan rápido y al mismo tiempo tan lento que no me da tiempo de procesar. Lo único que sé es que la familia de Lu y la mía están ahí, presentes, aguardando en algún lugar, habíamos llegado al mismo tiempo. —Oxígeno, rápido.

Me subo a la ambulancia con ellos y justo después de mi lo hacen Max y Francois, tienen los ojos llenos de lágrimas, el gesto desencajado, también logro observar a mi papá, a mi madre, al tío Pepe, pero ellos aguardan a una distancia prudente.

—Solo puede ir una persona. —Dice uno de los paramédicos. Qué suerte que no me dan a elegir, porque yo no pienso bajarme, Max y Francois dicen que van a seguirnos en su auto y cuando el mismo hombre le pone la máscara de oxígeno y le mira los ojos con una linterna, dice: —Tenemos que llegar lo más rápido posible.

Se busca novia © (Disponible en Amazon 🌸Digital, Papel y Kindle Ilimitado🌸)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora