Capítulo 19

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Luna

Mierda.

Podría comenzar esto con una frase filosófica, de esas que hablan sobre situaciones trágicas de la vida que te hacen reconsiderar todo lo que has hecho ―y lo que no― de tu existencia. Podría ponerme dramática y comenzar a ver las cosas en perspectiva, iniciaría sacando las cosas buenas, como que tengo trabajo ―por ejemplo―, las malas: que me siento como una perra traicionera y las peores: que me acabo de quedar sin un celular, pero en lugar de eso, lo único que se me ocurre es: Mierda.

Retrocedo a lo anterior ¡Vaya! Pude mencionar una cosa buena de mi vida.

―Bueno... si te consuela era un teléfono horrible. ―Escucho a Gabriel, al mismo tiempo que miro el aparato apagarse dentro del licor. «Un teléfono horrible» repito en mi cabeza. Horrible y todo, pero tenía un teléfono y ya no.

―Pues ahora tendrás que darme el tuyo, Gabriel. ―Estoy muy cerca de Gabriel, tanto así que siento su aliento rozar mi mejilla cuando suelta una risita. Viéndolo bien, esta es una escena para fantasear a lo loco pero no puedo porque estoy pensando en el bendito teléfono, en que Luisa va a volverse loca si no le contesto en media hora y en que estaba a punto de enviar un mensaje muy importante. Ya me harté de la palabra «mierda» pero es que no hay nada que describa mejor este momento. ―Oye ¿Conoces un sinónimo para la palabra «mierda»?

―Heces fecales. ―Contesta de inmediato.

―¡Heces fecales! ―Exclamo, sacando el teléfono del licor. Me río, Gabriel se carcajea conmigo y ya a este punto solo puedo rezar porque el teléfono encienda más tarde. ―No, eso no suena nada bien.

―No, mejor vamos a buscar otro sinónimo para esa palabra.

―Si lo sumerges en arroz funciona. ―Interrumpe el barman. Los dos lo vemos a él, el tipo está viendo también mi celular, ha dejado de limpiar la barra para mirar intrigado el aparato que gotea licor y después nos mira a los dos. ―A mí me ha servido.

―¿Ya escuchaste, Lu? ―Dice Gabriel, burlesco. Toma un sorbo de una de las copas que están servidas y agrega: ―Sumérgelo en arroz.

―Más te vale que tengas arroz en tu casa, Gabo.

―Para ti consigo todo el arroz de supermercado, Luna. ―Me río, pero suena más a una risa de esas histéricas porque ahora mismo estoy limpiando el aparato con una servilleta que el joven detrás de la barra me ha entregado. El mismo suelta un chiflido y agrega:

―Yo tuve uno igual, pero me lo robaron en una gasolinera. ―Gabriel y yo nos miramos. El hombre araña aprieta los labios para no reír y le da otro sorbo a la bebida. Yo solo espero no haya sido la misma gasolinera de la que sustrajeron este, la verdad. ―Pero sí tiene razón, es un teléfono horrible.

―¿Lo ves? ―Habla Gabriel, señalando al ya no tan agradable sujeto que sirve los tragos. ―Sí es un teléfono horrible.

―Gracias. ―Suelto con ironía, si en realidad no lo hubiese sacado de una comisaría me ofendiera. Mantengo el porte serio porque se supone que esto es algo que amerita un minuto de silencio. ―Pero en serio necesito tu teléfono, tengo que llamar a Luisa porque si no le he escrito en media hora va a volverse loca y es muy probable que llegue a tu casa y tire la puerta.

Eso es suficiente para que me extienda su celular, cuando tomo el teléfono me pide una contraseña, una que Gabriel no duda en darme, ni siquiera la escribe él, me la dice a mí para que yo lo haga. Lo miro, tecleando la contraseña y sí, es esa, además agrega:

―Si soportas las llamadas de mis clientes cada media hora, es todo tuyo.

―No soportaba ni las llamadas de mis padres, Gabriel. Pero... puedo bloquear a tus clientes también. ―Es abrumante la cantidad de emails que me reciben cuando entro a su teléfono y también me entero que le están llegando cientos de solicitudes de seguimiento de Instagram, puedo asegurar que eso se debe a mí. ―Tienes como un millón de notificaciones en Instagram.

Se busca novia © (Disponible en Amazon 🌸Digital, Papel y Kindle Ilimitado🌸)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora