Capítulo 39

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Luna

Dicen por ahí que no hay mal que por bien no venga.

Así que cuando el mal se aparece en la puerta del apartamento de Gabriel y trae consigo un anillo de compromiso solo me queda esperar la parte buena que esto puede traerme más adelante, porque hasta ahora solo pienso en todas las posibles tormentas que están por avecinarse y que me van a arrastrar a mí.

Pero, a ver, pongámonos en contexto:

¡Era lunes! ¡Lunes! Y a quién se le ocurre aparecer a las siete de la mañana de un lunes, con un ramo de flores, una caja de donas y su uniforme de policía, solo para decir:

—Quiero casarme con Luisa.

A Fede, por supuesto.

Me estaba tomando mi tacita de café y ni siquiera había terminado de abrir la puerta cuando aquello salió de su boca como un proyectil. Escupí todo lo que estaba a punto de tragarme y después de mirar la alfombra con los restos de café y mi baba, regresó su vista a mi persona y sonrió solo para decirme:

―¡Pero qué maleducado soy! Buenos días, cuñada.

―¿Cuña... qué? ¿Estás loco?

Desde ese momento supe que mi semana estaba iniciando bastante mal.

Pero bueno, ¿qué se supone que iba yo a decir o a hacer? ¿Qué esperara que le dijera? ¿Felicidades? ¿Buena suerte? ¿Gracias por la caja de donas? Porque esas me las entregó a mí y dijo:

―Son para ti. Necesito tu ayuda, Luna.

Si estaba buscando comprarme, sí que medio le funcionó, porque hasta llegué a sentir pena por él y no es que me termine de caer bien tampoco, pero... digo, quiere casarse con Luisa y lo único que se me ocurrió decir fue:

―¿Qué tan bien aceptas los rechazos?

Y no es que me esté portando «negativa» como él me contestó, solo es sentido común, estamos hablando de Luisa y quién la conoce mejor que la persona que vino a quitarle el título de hija única. Iba a decir algo más, pero entonces Gabriel se acercó, se saludó con Fede y este último volvió a repetir que quería casarse con Luisa y además agregó:

―Y necesito hablar con Luna.

No no no...

―Claro. ―Contestó Gabriel. ―¿Quieres pasar?

Aunque mantuve mi expresión más neutral sí quise lanzar a Fede por la ventana. Le di mi mejor mirada de advertencia, pero si no logra comprender que Luisa no va a casarse con él, qué me hace pensar a mí que va a entender mis gestos.

―¡Claro! Me encantaría.

Ahí está.

Dio un paso adelante, Gabriel también le dijo que podía tomar un lugar si quería y lo invitó a desayunar, sí... ahí con nosotros. Él después de responder que sí, me mostró el arreglo de flores que traía consigo y me preguntó:

―¿Crees que estas rosas blancas le gusten?

―Para su funeral, tal vez. O el tuyo.

Por supuesto que no le hizo gracia, rodó los ojos, soltó un suspiro y me dijo que Luisa le había dicho que le gusta el color blanco, así que le dije que por qué no le regalaba margaritas, en honor a mi abuela Margarita, claro.

Para iniciar, Fede no tiene idea que Luisa tenía una abuela llamada Margarita, mucho peor que tenga idea de quién es que se está «enamorando» aunque tanta insistencia puede ser sospechoso... por si acaso, le pregunté en un susurro cuando el hombre araña se fue a su recámara:

Se busca novia © (Disponible en Amazon 🌸Digital, Papel y Kindle Ilimitado🌸)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora