Insomnio

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Una vuelta y otra vuelta, por más que se acomodara para estar quieta y tratar de dormirse, nada parecía funcionar. Frustrada, Luna gruñó llevándose sus manos a su rostro, sus pensamientos le provocaban estupor. Es como si su cabeza decidió que era un buen momento para grabar, editar y renderizar el top de los momentos y pensamientos más bochornosos de su vida. 

Uno en particular se repetía en bucle: cuando se quedó viendo por mucho tiempo y sin disimulo a Stanley, cuando este bajó parte de la cremallera del traje porque sentía calor. No era culpa suya que ese hombre fuera criminalmente guapo, pero sí lo era ponerse tonta por ver unas clavículas y un par de pectorales. Y para rematarla, él le dice con su característico tono jocoso "¿te gusta la vista? quieres ver más, princesita..."

—No soy una princesita, cabrón. —susurró para sí, no muy convencida de su respuesta. 

Otra vez, esa imagen de él volvía a aparecer.

Miró hacia el techo, algo de la luz de la luna se colaba en su habitación, bañando la estancia de un tono azul grisáceo. No tenía gran cosa en el lugar, pero era muy espacioso. Agradecía que por lo menos, el frío Dr. Xeno le había cumplido el pedido de darle un espacio propio amplio. Aunque, siendo honesta, se sentía como si no tuviera nada en absoluto quería tener lo que tenía antes de la petrificación, específicamente lo de índole inmaterial.

Resopló, empezaba a darle calor a pesar de llevar una prenda muy fresca, quizás saliendo y dando un paseo nocturno se le baje la angustia, pensó para sí. Con calma salió de su cuarto y trató de orientarse hacia donde podía tomar. Si fuera, si a la cocina, si al laboratorio para quizás hallar al excéntrico doctor dormitando entre páginas y aparatuchos, si a los establos para hablarle a los animales… lo que fuera estaría bien, todo sea que se le fuera lo que sea que la motivara a pensar en la piel más allá de la cintura de Stanley. 

Quizás ir hacia los establos estaría bien. Recordaba cómo se montaba a caballo, pero no eran horas para cabalgar; aunque cepillarle la melena a uno de los animales estaría bien. Sí, era lo mejor. Por lo que tomó camino hacia la derecha, para poder dar a los pasillos de afuera y dar al establo. La zona estaba oscura como la boca de un lobo, por lo que se llevó una lámpara de gas consigo. 

Comenzó a caminar y antes de terminar de atravesar el pasillo, ve una luz aproximarse hacia ella. Alguien venía, seguro alguno de los soldados estando de guardia. Se puso tensa, no estaba haciendo nada malo, pero tampoco le apetecía dar explicaciones. Sería ser muy ilusa esperar que fuera una de las chicas la que viniera cerca. 

Por lo que trató de serenarse y observar, como que el de la luz iba más lento que ella si cabe. Curiosa y con cautela, decidió acercarse también al mismo ritmo lento. No bastó que estuviera a un par de metros para identificar de quién se trataba, tanto su figura como el humo de tabaco le delataban. Antes de hablar él le habló:

—¿Qué haces aquí? —preguntó extrañado, frunciendo el ceño.

—... no puedo dormir, Stanley —dijo después de una corta e incómoda pausa, de nada serviría mentirle, pero tampoco decirle todo.

—Vuelve a tu habitación, no te conviene desvelarte ni andar merodeando a estas horas. Mañana toca trabajar desde la madrugada con uno de los proyectos de Xeno, a él no le va a gustar tener a alguien con sueño —dijo continuando su camino.

—Ya sé, ya sé… ¿Y eso qué? Mira que he tratado de dormir… —dijo, un tanto molesta, siguiéndole el paso, a todo esto ¿por qué lo seguía?

—¿Eso a mí que me importa? ¿Me ves cara de terapeuta? —Se detuvo para sacar un nuevo cigarrillo y darle fuego con la lampara que llevaba— No es que pueda solucionar el problema, el insomnio no es algo que resulte problemático en mi oficio, como ya ves. 

Cuando Cae la NocheWhere stories live. Discover now