Memoria

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Hacía un calor terrible a media mañana, el Dr. Xeno decidió colarse en la cocina. Su mirada inquieta barrió la estancia, había un frenesí organizado orquestado por Stanley. Dubitativo, llegó a acercársele para indagar al respecto.

—¿Y qué te trae por acá Xeno? —inquirió Stanley, antes de que abriese la boca.

—Me quedé sin hacer nada, en serio.

—Buenas noticias entonces, aquí necesitamos manos extra para la comida de hoy.

—¿Comida de hoy? Planeas hacer otra cosa a lo que habían planeado...

—Sí, ¿algún problema con eso? Considero que está bien hacer un esfuerzo extra de vez en cuando para consentirse, si se tiene los recursos, ¿por qué no darse el gusto? —dijo apagando su cigarrillo y colocándose un delantal.

El doctor solo lo observó, curioso, no quiso rebatirle el argumento.

—De acuerdo. ¿En qué quieres que te apoye? —dijo, colocando el saco en un ganchillo donde estaba un trapo anteriormente.

—Pica vegetales con Strauss.

—¡¿Con Strauss?! Stan, ¡lo has puesto a picar!

—Sí, lo hace medio lento pero no es un gran problema —inquirió pasándole un delantal y una redecilla.

—Está medio ciego, es mejor que no maneje un cuchillo.

—Hmm... no sé, ha hecho bien su trabajo, que sea lento gracias al accidente no es un problema.

—Te digo que mejor lo pongas en algo que no importa que pierda el tiempo, no sé, ¿lavar los platos?

—De acuerdo, tú ganas —respondió alzando las manos—. Strauss, a lavar los platos.

—¿Quién demonios dijo eso? ¡uh! —exclamó, procesando de dónde venía la voz hasta dar con el propietario— Como ordene, capitán.

El soldado suspiró y miró hacia el doctor, Xeno podía jurar que ese hombre lo miraba con odio. Sin embargo, no iba dejarse molestar por los berrinches de un hombrecillo cualquiera. Observó que Luna pelaba vegetales con dificultad, estaba dejando bastante verdura en la cascara, qué desperdicio.

La jovencita miró hacia él con esperanza, le sonrió con esa carita bobalicona para saludar. No tenía ganas de mediar palabra con ella, pero sería poco elegante no hacerlo, no sería adecuado ser grosero con una señorita. De pronto empezaba a sentirse sofocado, soltó un poco el nudo de su corbata.

Luna le dio un cuchillo y una tabla para picar, comentándole que Stanley quería los vegetales pelados y en julianas. Algo simple que parecía que la chica no podía hacer bien. Aparte de pelar mal, era lenta y torpe, estaba cortando en cuadritos. Tampoco parecía entender sus explicaciones.

—Que no Luna, julianas, julianas... —reclamó Xeno.

—Eso hago, eso hago —chilló frustrada.

—Pues no parece.

—¿Qué tanto discuten? —inquirió un soldado.

—Nada que le importe, Strauss. Siga lavando los platos —respondió.

—Una mierda lavar platos —refunfuñó, mientras enjuagaba una tacita—usualmente quien los lava es Luna.

—Silencio Strauss... —siseó Stanley, mientras salteaba unos vegetales— ¿vas a discutirle a Xeno su decisión?

—Esto es cosa de viejas y putos.

—Por eso te eligieron, que no se pierdan las tradiciones —respondió, los demás en la estancia rieron a su comentario.

Cuando Cae la NocheWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu