La mano ganadora

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Si algo detestaba Luna, era el día de los quehaceres. Era un día en el que sí o sí tenían que despertarse muy temprano y trabajar hasta las 2 de la tarde. Al menos agradecía que esta ocasión no le tocaba lavandería. Sin embargo, le tocaba limpieza y ni de chiste quería ir a lavar los baños. Al equipo de limpieza le tocaba la labor de limpiar a profundidad toda la extensión del castillo. Todo debía quedar impoluto y ordenado.

Por lo que, ni corta ni perezosa, tomó un mazo de cartas que tenía. Un simple juego de desmoche* para negociar un par de sus labores con las de Carlos y Max.

-Oye Carlos -canturreó- ¿no te apetece jugar desmoche conmigo?

El aludido miró a los lados, sonrió ¿Cómo decirle a la señorita que no? Por lo que la respuesta era obvia. Sin embargo, no se esperaba que dicha partida de naipes era para negociar labores. Siendo honesto, no era un movimiento muy digno de una señorita de clase pero tampoco iba a preocuparse, él se sabía un par de mañas y no la dejaría salirse con la suya.

-Las reglas son simples, el que se quede sin cartas y haga más sets gana. Si yo gano, tu limpias los baños por mí. Si tu ganas, yo voy con los del jardín ¿trato?

-Trato. Empecemos.

La señorita Luna tenía una sonrisa ladina mientras repartía las cartas. No es algo que en lo personal llame su atención, pero debía habérselo visto venir. En la primera ronda, ella empezó con armar sets del mismo color con los números más bajos en el mazo. Lo llamativo era que eran justo en orden, o lo que de verdad ella necesitaba.

Anonadado, pero todavía ignorando cierto resquemor, pidió una segunda partida. En la que perdió de manera estrepitosa, pues esta vez los sets correspondían a cartas de alto valor, del mismo número y de diferente color. Sospechaba que ella sabía contar cartas mejor que él.

-Señorita Luna, ¿estás contando cartas? -inquirió.

-¿Contar cartas? No, como crees... -rio- no me sorprende que creas que puedo, de todos modos soy una chica capaz.

-Nadie le ha enseñado esas mañas. Pero en fin, un trato es un trato, yo no sé como le hizo, porque yo sí conté y ni aún así logré algo.

Luna sonrió triunfal, ni corta ni perezosa le pasó los enseres que iba a usar en la lavada de los baños. Carlos los tomó con desgano y la observó con los ojos entrecerrados, el juego le salió muy perfecto a la señorita. Era demasiado orden para ser producto del azar. Aunque eso no era lo único que le generaba molestia.

-Y bueno, ¿no iría a jardinería?

-Carlos, el trato era que si yo gano tu ibas a lavar los baños y si tu ganabas, yo haría jardinería. No tengo que hacer nada -canturreó triunfante, llevándose las manos a la cintura.

Unos naipes salieron de sus mangas.

-¡Con qué así lo hizo! -exclamó Carlos, señalando la prueba del delito.

Luna se encogió de hombros -Sí, pero un trato es un trato. Si me disculpas, me retiro.

-¡Señorita Luna! -exclamó, yendo tras de ella.

...

La sala de lavandería era un espacio de alrededor de 200 mts2 donde reposaban una enorme cisterna de 12 mil galones, dos calderas a vapor y 5 lavadoras industriales de 100 kg de carga cada una. Había una pileta de 1000 galones para colocar ropa en remojo y de lavado a mano, así como una estación para lavado en seco.

En la entrada había un casillero lleno de cepillos, trapos, mallas para lavar y jabones industriales para la ocasión. El equipo de lavandería constaba de 23 personas más 3 fijas para manejo de calderas, los químicos y supervisión, siendo Maya, el Dr. Xeno y Brody respectivamente.

Cuando Cae la NocheTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon