De aves y hombres

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Observar pájaros no era el tipo de actividad que le cautivara a Charlotte al punto de esperar con ansias el día concertado para tal fin. Sin embargo, ahí estaba desde una hora antes de la acordada. Tomó un baño en un escalofrío, para así decidir como iría para la ocasión. Que sí o no con el uniforme, si llevaba o no armas... ¿por qué tan inquieta?, no es como que la habían invitado una cita, había un tercero allí.

Aun así, quería responder al sentimiento casual que supondría la invitación sin dejar de lado su rol de soldado. Solo tenía un vestido que le gustaba entre sus cosas, cuyas decoraciones del cuello estaban a medio acabar. Recordó con gracia que el Dr. Xeno los sentó a todos a aprender bordados porque "como era posible que sepan de supervivencia y no coser ni un misero botón".

Ni corta ni perezosa, usó alfileres para fijar las rosas faltantes del decorado, total y nadie se daría cuenta de ello. El capitán Stanley no se molestaría en un detalle tan nimio y dudaba que el Dr. Xeno fuese un policía de la moda. Contenta con su trabajo, se llevó un revólver consigo y salió a esperar a ambos hombres en el lobby del castillo.

En la estancia apareció primero su capitán, que llevaba el uniforme de guardia. En apariencia no traía tantas armas consigo, pero sí llevaba un bolso el cual no podía identificar qué tenía dentro. Él sonrió al verla.

—Un vestido amarillo... nada mal, nada mal...

—Gracias capitán —respondió.

—Es día libre, no soy tu capitán en días libres —acotó, tomando asiento al lado de ella, dándole una profunda calada a su cigarrillo.

—Te ves de buen ánimo. Estás bien, ¿verdad?

—¿Bien yo? ¿Te refieres a lo de ayer? Puede que sí, pero no sé qué tanto. Hace poco, hice pis marrón. No sé qué tan malo sea eso.

Cerró sus ojos, acomodándose mejor, los sonidos del exterior llegaban como un ligero murmullo a sus oídos, este era uno de esos momentos bellos. A pesar de que era casi seguro que tenía preocupada a Charlotte por lo recién dicho, no era necesario mirarla para saberlo.

—Tranquila, de no ser por tu insistencia, la cosa hubiera sido peor. Lo que sí me preocupa es que si esto convence a Xeno en ponerse manos a la obra en mejorar la ventilación y no solo en la lavandería.

—El verano no se ha acabado, pero la próxima semana no te toca.

—No, pero te tocará a ti y a otros. Puede que sepamos sobrevivir en circunstancias difíciles —habló mirándola y prendiendo otro cigarrillo—, pero no le deseo a nadie morir por culpa de planchar la ropa de Xeno.

Ella rio.

—¿Qué? Es cierto, déjame que me queje. No tiene nada de malo estar haciendo quehaceres, pero soy un soldado y mi muerte debe ser por causas naturales o por mi trabajo.

—Ay Stan.

Ella lo contempló, como amaba esa sonrisa desenfada y risueña. Ambos cruzaron miradas, había un silencio confortable y cómplice entre los dos. Stanley fue el primero en acortar distancias, sentándose más cerca.

—Tranquila ya pasó —habló con suavidad.

—Esto...

—Gracias sí. Gracias por preocuparte —Tomó su mano, entrelazándola con la suya, acercándose a ella, le dio un beso en la mejilla.

—Solo hacía mi deber —respondió, su mirada resplandecía.

—Lo sé.

Ambos quedaron frente a frente en silencio por unos segundos, hasta que decidieron acomodarse de manera más casual en el sofá.

Cuando Cae la NocheWhere stories live. Discover now