Respuestas a medias

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Luna llegó media hora antes de lo acordado, el laboratorio es un lugar con tantas cosas que a saber para qué funcionaban, que era mejor no tocar. Prefirió pasar su aburrimiento al chismorrear los apuntes desperdigados en la mesa de trabajo. Después llegó el doctor, mascullando molesto de algún comentario jocoso de Stanley, dado que este sonreía.

No supo que decían, pero sí que notó que el Dr. Xeno tenía un olor escandaloso. Si pudiera compararlo con algo conocido sería al de ciertos chicos en educación física, que se rociaban media lata de Axe de chocolate en vez de ducharse. Qué asco.

—Buenas tardes, señorita. ¿Trajiste lo que te pedí? —inquirió.

—Sí, sí. Aquí está —respondió, poniendo la pequeña libreta y empujándola para que se deslice en la mesa.

—Es un alivio que tenga buena letra, sino te mandaría de nuevo a pesar esos animales. ¿Pasa algo? Te vez muy inquieta, si es por lo de la gallina, no es mi culpa que se haya sentido así...

—¡No es eso!

—¿Y entonces qué es? —Continuó examinando los apuntes, acercándose a ella.

—No se acerque doctor —dijo, él la miró curioso todavía acercándose más.

—¿Y por qué no?

—Como le digo esto... us, us, usted huele terrible.

—¿Terrible? ¿Todavía se siente el mal olor? —abrió los ojos con asombro.

—Sí, junto al del perfume. Eso junto a lo de Mayo resulta curioso.

—Ya que has mencionado a Mayo, tarde o temprano te enterarías... bueno, apareció muerto, le hemos enterrado hace poco.

—¿Enterrar? ¿y por qué no me lo dijeron!

—¿Acaso te gustan los funerales?

—No.

—¿Y para qué quieres ser invitada a uno?

—Yo también vivo en este castillo, tarde o temprano me daría cuenta. No le hablaba a ese sujeto más que para saludar, pero eso no quita el hecho de qué me importe lo que haya sido de él.

Hubo un breve silencio entre ambos, que al final, el Dr. Xeno decidió romper.

—Que tierna —dijo él, una sonrisilla traviesa se formó en sus labios— típico de Piscis.

—¿Pero qué...?

—Bromeaba, solo que esta platica se estaba tornando extraña. No creo en esas cosas.

—Ajá...

—No te hizo mucha gracia, por lo que veo.

Ni le iba hacer gracia, no con ese aroma penetrante captando su atención. El doctor se quitó el abrigo, parecía ser que esa prenda era la que tenía la mayor concentración de los olores extraños. Al no haber más que hablar, Luna esperó expectante a que el doctor la corriese del lugar por estar mano sobre mano. Sin embargo, no sucedió eso.

—Sabe una cosa, señorita Luna, creo que tiene razón, vive aquí y aparte, no somos más de 50 en el castillo. Sí se debe de enterar de los hechos aunque sea de oída. Sin embargo, quiero que entienda que no sabemos mucho de lo que aconteció.

>>Stan asegura que es una criatura desconocida. Me dio unos detalles tan ambiguos que dan pie a desvaríos propios de un criptozoólogo. Pero no descarto la posibilidad de que haya algún animal de inteligencia media que le ha lastimado y de paso se cobró la vida de alguien.

>>Aunque también pudo ser una bestia salvaje, como un león de montaña... Oh, ¿te estoy aburriendo? ¡Qué cosas digo! Ni debería estar contándole conjeturas, es difícil no caer en exageraciones con la adrenalina y el peligro a flor de piel.

Luna tenía una sonrisa que le estaba costando trabajo mantener.

—¡Pero diga algo! —le increpó.

—No sé qué decir... pero si los soldados sugirieron andar con cuidado y cautela, yo les haría caso.

—¡Ah! Con que ya sabía una parte de la historia —canturreó.

—¿Saber?, ¿yo...? No, como cree...

—No me mienta —siseó, acercándose a ella, su expresión cambió a una severa—. Aunque resulte ser un león de montaña, oso, ocelote o lo que se precie, es un tema que resulta de mi interés. No podemos estar perdiendo gente, se ralentizan los proyectos. Así que dígame, cómo es qué está enterada.

—Bueno, Stanley me contó que no saliera, después me preguntó si vi algo.

—No han pasado ni 12 horas desde el incidente, ¿en qué momento habló contigo!

—En la madrugada, no podía ni dormir. Me topé con él y hablamos.

El Dr. Xeno jaló una silla para acomodarse y quedar frente a ella.

—¿Y miró algo? Porque sé bien que Stan no es alguien que suelte información porque sí.

—No, y a eso iba... él pensó que yo miré algo, pero nada de eso, no pude dormir bien ayer —dijo con pena—. Espero que se mejore, eso sí.

—¿Quién? ¿Stan? Señorita Luna, él ya ha estado en peores situaciones. Solo fue un susto y un par de rasguños, pero entiendo su preocupación. Estará bien, si eso te preocupa.

—Si así lo dices...

—... Creo que eso es todo, entonces —sonrió incómodo, con qué podía llenar el silencio molesto que se había formado—. Puedes retirarte.

Ella musitó una despedida apurada y abandonó la estancia con prisa, ¿A dónde? Quién sabe, pero lejos de cualquier interrogatorio extraño estaría bien.

...

Eran cerca de las 7pm, hora de la cena. Mañana sería sábado y tocaba solo labores domésticas. La estancia empezaba a ser ocupada paulatinamente, los que venían se sentaban a la mesa a hablar tranquilamente. El aire de secretismo no era el mismo, pero todavía se olía la angustia. Varios de los soldados lucían su impecable ropa con un aspecto limpio y recién afeitado.

Carlos y Max se sentaron juntos frente a Luna. Junto a ella, a su lado derecho, estaba Charlotte, que de cuando en cuando la observaba. Lo cual la ponía nerviosa, pues a saber qué se traía.

—Recibí un cumplido —soltó de repente la soldado con una sonrisa tímida.

—¿Eh? ¿Un cumplido?

—Sí, aunque solo fue una cepillada y quitar cabello de en frente, no creí que lo notaría. Me invitó a que fuéramos río arriba el domingo...

Los ojos de Luna brillaron con entusiasmo, al parecer sus simples peinados estaban ayudando en algo a otros. Definitivamente era una chica capaz en todos los sentidos, puesto a que un conocimiento tan simple que le había heredado su madre, ahora le estaba endulzando la vida a la dura mujer que tenía en frente.

—¿Qué con esa cara?

—¿Y quién es? Dime...

—Uh... este... —dijo, su mirada se desvió hacia el lugar vacío junto a Luna.

—Buenas noches —dijo el hombre que se sentó junto a ella.

—Buenas noches, capitán —respondió Charlotte, el aludido sonrió a manera de respuesta.

Charlotte miró a su plato, no era muy fan de tener que comer de nuevo maíz cocido para la cena.

—¿Y quién es? —preguntó Luna de nuevo.

—Nadie que te incumba... déjalo así —masculló fastidiada.

—Con qué así vamos —sonrió traviesa—. No correrás muy lejos, en algún momento, me voy a enterar.

—No jodas.

____

Tengo cansancio, pero me divertí haciendo esto. Este fin de semana estaré a tope, porque se acerca el día de la madre en mi país.

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Cuando Cae la NocheWhere stories live. Discover now