Capítulo II

193 29 83
                                    

Un sueño extraño

El sueño profundizaba, convirtiéndose en un abismo en el que voces fantasmales resonaban como ecos distantes. Esas voces, incoherentes en su superficie, eran en verdad fragmentos de memoria, ecos de almas conocidas en el pasado. La oscuridad se disipaba gradualmente, revelando una ciudad de inimaginable magnitud, sus edificaciones blancas y resplandecientes como el marfil bajo el sol, irradiaban un brillo que se extendía a lo lejos.

Centelleantes y claros, los edificios se erguían como testigos mudos de una era antigua, evocando la majestuosidad de un imperio poderoso y duradero.

La novedad de las armas de fuego apenas comenzaba a esparcirse, mientras el conocimiento de la electricidad, conocido, pero aún inexplorado, cedía su lugar al dominio de la magia y a las capacidades innatas de diversas razas. En aquellos tiempos, el mundo se encontraba asediado por criaturas terribles; sin embargo, el resplandor blanco y puro de las viviendas repelía a muchas de estas entidades. Aquel fulgor resultaba insoportable para ellas, en particular para las bestias aladas, que optaban por mantenerse a distancia.

Rodaric se precipitaba desde el cielo, su caída hacia el imperio se aceleraba vertiginosamente. Intentaba, en un impulso de vértigo, mover sus manos, pero pronto descubrió que no poseía forma física; era solo una conciencia errante, con la suerte de dirigir su mirada, aunque incapaz de frenar su descenso. No lograba despertar de esa caída frenética, que habría sacado de sus sueños a cualquiera.

De forma irónica, su cuerpo en el mundo tangible roncaba, mientras internamente el terror lo consumía por el descenso inminente.

En un instante, atravesó el techo de un edificio, para hallarse en una sala donde varios niños yacían sentados y un señor, aparentemente un maestro, se ubicaba al final. Rodaric, confundido, no comprendía su presencia allí. Los niños se acomodaban lentamente, otros recién llegaban, y el maestro, mientras organizaba algunos documentos en su escritorio, iniciaba la clase.

—Bueno, ya saben que su primer examen es en cuatro días. Pero hoy no practicarán sus poderes, eso será su tarea para estos días que no tendrán clases. Hoy les enseñaré un poco de cultura general —dijo mientras los chicos no mostraban mucho entusiasmo.

—Pero si ya viene el examen debería ayudarnos a mejorar —protestó un niño que estaba en la fila más cercana al maestro.

—Están todos aquí para convertirse en guerreros Paitales y la única forma de aprender a usar sus poderes es practicando, tendrán mucho tiempo para eso, y más porque se podrán ir temprano a penas termine de explicarles lo siguiente. Así que presten atención —dijo mientras se ponía en el centro del salón y seguía hablando—. Como ya saben, somos Elfos, una de las muchas razas que existen.

» Al conjunto de estas razas lo llamamos mahuns. Todos somos mahuns. Pero eso tiene un origen y presten atención a eso.

» Resulta que al principio solo existía una raza llamada mahuns y esta raza no tenía poderes. Incluso en esos tiempos, las criaturas de nuestro mundo eran más simples. No sabemos mucho sobre cómo fue que adquirimos nuestras habilidades, pero sabemos que un día aparecieron algunos mahuns que se parecían mucho a un Dios, por sus dones sobrenaturales.

Algunos dicen que fue por intervención divina de los mismísimos precursores, nuestros dioses directos. Otros que aprendieron a usar y dominar la energía del mundo espiritual y con ella transformaron nuestro mundo. Pero lo que deben saber es que todo comenzó con estos seres que poseían todos los poderes que hoy conocemos.

Rodaric seguía sin entender por qué tenía ese sueño, pero uno de los niños le llamaba la atención. Sentía que debía observarlo. En ese momento, ese niño alzó la mano. El maestro lo señaló y le dio la palabra.

Courband: La Noche EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora