Capítulo VIII

78 16 45
                                    

Un día oscuro

Rodaric se sumergió de nuevo en su sueño poco a poco hasta que la imagen se aclaró y vio como Yata despertó lentamente, sintió su cuerpo muy entumecido, se estiró y se levantó. Notó que era más alto al colocar sus pies sobre el suelo.

No podía creerlo, se examinó el cuerpo y la cara, era una locura, él se sentía muy diferente. Pero algo distrajo sus sentidos, porque una nota que se encontraba sobre un pequeño banco frente a la cama lo distrajo. Estaba colocado intencionalmente para destacar, Yata tomó el papel, la primera palabra decía su nombre.

 Estaba colocado intencionalmente para destacar, Yata tomó el papel, la primera palabra decía su nombre

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Yata se levantó de la cama, su ropa le quedaba corta y apretada. Notó que era más alto, no podía comprender lo que sucedía, volvió a leer la nota y entendió que estuvo durmiendo por mucho tiempo. Así que se cambió con lo que se encontraba en el armario, para su sorpresa le quedaba a la medida. Sin darse cuenta habían pasado ocho años, lo que lo convertía en un joven de 21.

Él salió del cuarto y la escena lo dejó conmocionado. Inmóvil intentó procesar lo que sus ojos veían, pero era una locura. El templo estaba lleno de cuerpos podridos, los profetas yacían en sus tronos sin vida. Por la descomposición y las plantas que crecían en las paredes del templo indicaban que habían pasado muchos años.

El olor de los cuerpos era muy fuerte por su avanzado estado de putrefacción, era una pesadilla, pensó. Así que decidió salir del templo.

Las nubes densas y oscuras aún seguían sobre el cielo, el viento helado golpeo su rostro; la nieve que caía por la escasa luz del sol que se filtraba tenía el suelo de un blanco más claro que nunca.

Por alguna extraña razón, Yata sentía mucha sed y sabía la hora de una forma exacta, sin necesidad de mirar las lunas, que en ese momento no podían verse, eran las dos de la tarde.

Yata vio el imperio muy distinto, estaba descuidado y se sentía el ambiente diferente. Caminó por la calle solitaria, teniendo mucho cuidado de no ser visto, quería llegar a su casa, pero dos figuras salieron de una puerta; y él sintió el vínculo de sangre, así que supo que esas personas eran vampiros.

Eso le causó terror, porque se percató de que el peligro no había pasado, intentó agachar la mirada y caminar tranquilo sin llamar la atención, al girar por la esquina salió corriendo, viéndose forzado a tener que rodear por otro camino.

Pocas cuadras después, llegó a una plaza, donde vio que había una gran cantidad de vampiros reunidos que escuchaban hablar a otro sobre una tarima:

—Me alegra ver que les agradó saber eso y también tengo otras noticias, pronto llegará el día en que el mundo será gobernado por nosotros, ahora el imperio de Garasu es nuestro, nos tomó cuatro años reparar los daños que causamos, y ubicarnos cada uno en nuevos hogares, casi tres, pero al fin somos libres, no más cuevas ni castillos protegidos. Además, les informo que pronto estaremos preparándonos para nuestro siguiente ataque. ¡Por la sangre! —dijo el vampiro mientras todos repetían sus últimas palabras unas cinco veces.

Courband: La Noche EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora