Capítulo VI

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Destino

Rodaric se fue a dormir, había tenido un día tranquilo. Así que se quedó en su cuarto, ya que Alón tenía un viaje que hacer en la ciudad de Valco, gobernada por el rey Surther, del otro lado de la luna.

Lentamente, se fue introduciendo en su sueño, cuando por fin la escena se aclaró, pudo ver que Yata se encontraba dormido en una cama y un lugar muy diferente al de su cuarto. Estaba despertando poco a poco, se sentía desorientado, un ardor en su pecho provocó que se quitara la camisa. Al hacerlo observó que la triqueta que su madre le dio había quemado y dejado marcada la piel con esa forma.

Yata se sintió un poco diferente, su cuerpo lo movía de una manera más ligera. En seguida recordó fragmentos de todo lo que pasó, de cómo lo atacaron vampiros, la muerte de su madre y de su padre. Al levantarse se da cuenta de que estaba en un sitio desconocido. Parecía el cuarto de alguien mayor por la ropa que tenía en el ropero y los retratos de un estilo antiguo.

Él estaba muy alterado, y al ver la puerta se fue de ahí de inmediato, ¿Preguntándose qué sitio era ese?

Al salir del cuarto y cruzar un pasillo con más habitaciones llegó a una puerta ovalada muy grande y con madera poco común en esa región. Al abrirla se dio cuenta de que estaba dentro del templo.

Había muchas personas rezando en el salón con un canto unísono que resonaba en las paredes circulares del templo, pero pronto comenzaron a guardar silencio al ver salir a Yata. Los profetas giraron tras sus asientos, para ver porque se detenían, y al verlo lo invitaron a pasar.

—¡Qué bien que ya despertaste! Es bueno que sobrevivieras, muchos no lo lograron, interpretamos mal la profecía ¿Quién pensaría que semejante caos ocurriría? —le preguntó conmocionado, Yata comenzaba a alzar la mirada con los ojos brillosos y húmedos.

—Mis padres murieron en ese ataque... —respondió Yata, sus lágrimas brotaron enseguida a pesar de que intentó contenerlas, sin embargo, todas las emociones reprimidas lo golpearon en ese momento y se dejó caer al suelo lamentando la perdida de sus padres.

—Lo siento mucho, tus padres eran maravillosos, pero gracias a ellos estás aquí, pude ver como tu padre te cargó y logró dejarte en la entrada del templo antes de ser atacado —dijo el más viejo entre los profetas.

—Ellos me contaron que yo era el iluminado mientras veníamos de camino al templo y no entiendo nada.

—Así es, la verdad, incluso para nosotros es confuso, durante el ritual algo raro pasó contigo. El humo debía ser negro con betas moradas, pero solo fue morado puro. En mi sueño vi como un humo oscuro como la tinta cubría el cielo, pensé que si realizábamos el ritual ahora si saldría ese color que faltaba, pero no fue así. Era un anuncio de la tragedia de ayer —contestó sentándose en un asiento similar a un trono de oro puro, había uno para cada profeta, siete en total.

Los demás profetas se sentaron, todos en el templo hicieron lo mismo, pero en el suelo y uno de ellos dijo.

—No he logrado discernir tu sueño Marrin, pero si el humo negro simboliza la limpieza y la intervención divina que otorga un don al iluminado, podría haber pasado eso con las nubes que cubrieron el cielo ¿No crees?

—Eso es imposible, Leall, cuando la profecía de la piedra dice punto por punto el proceso del ritual. Es claro que esas nubes las causaron los Vampiros.

—¿Entonces solo soy una persona normal? —pregunto Yata un poco más aliviado.

Marrin observó las tres estatuas que se encontraban en el templo, una sobre la entrada principal y las otras 2 a los costados de sus asientos:

Courband: La Noche EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora