XXI.

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Sus gritos, tan reales y sentidos, por un momento significaron un canto de ángeles para mis oídos. Aún no puedo describir bien la sensación exacta que me provocó verlo tirado en el suelo, agarrándose la entrepierna mientras la sangre salía y salía sin parar. Fue sumamente revelador, al punto de arrepentirme de no haberlo castrado antes, en el momento en que aquel maldito abusó de mi cuerpo.

«Tan patético...», dijo una voz en mi interior. Yo asentí.

Mi mente, oscura y nebulosa por instantes, no captaba mucho más que eso en lo que me iba acercando hacia él. Había dejado de gritar y solo resonaban en las paredes de la habitación, los gemidos agonizantes provenientes de su cuerpo pálido y sudoroso, invadido por el pavor.

Me agaché, levantando su rostro descompuesto, haciendo que me mirase fijamente. Apenas pude contener la risa ante su expresión de sorpresa, acompañada de un grito ahogado ante el terror de quien estaba frente a él; una bestia en la piel de humana.

-Ya veremos a que otra esclava vuelve a acosar luego de esto, señor Darly -dije en tono divertido-, si es que sale con vida de esta habitación.

-Ten... ten piedad de mí, por favor.

Mi garra pasó por su rostro, arañando hasta llegar a su mentón y bajando por su cuello. Él tragó saliva y cerró los ojos, esperando lo inminente. Apreté con fuerza sobre su manzana de Adam, contándole el flujo de aire, intentando asfixiarlo, cuando fuertes golpes en la puerta me sacaron del trance, observando mi mano y apartándola rápidamente del cuello del noble. Él comenzó a toser, mas no tenía fuerzas suficientes y su cuerpo se desplomó, temblando y respirando forzadamente.

Me había olvidado por completo de lo que había hecho, como si mi cuerpo actuara y mi mente consintiera, pero sin ser yo misma del todo. O sea, era yo, pero a la vez no lo era.

-¡Abre la puerta, Jade! -gritó Arturo del otro lado.

-¿Qué hace aquí, señor Delorme? Estoy ocupada y no tengo tiempo para usted.

Me separé de Darly, levantándome y caminando en círculos por la ansiedad y los nervios. Debía pensar en qué hacer a continuación. La cabeza me daba vueltas por el dolor estridente en mis sienes.

-Jade, no te hagas la lista. Ya Antonella me informó sobre la visita del señor Darly, el cual no ha vuelto a sus aposentos. Acabo de escuchar gritos de camino hacia acá -dijo-. Júrame que no le has hecho nada.

-Yo...

-¡Por todos los santos! -exclamó-. Abre la maldita puerta de una vez antes que alguien más venga. Resolvamos esto juntos.

El miedo y la confusión me hicieron abrirle, ya que necesitaba de alguien que aclarara mi mente y me ayudara a salir del gran problema que había creado. Arturo entró, abrazándome sin importarle que aún conservara mis ojos rojos y las garras afiladas.

Se separó de mí una vez que notó la habitación llena de sangre, a Darly desfallecido en el suelo y mi vestido manchado. Tomé distancia de él al ver la expresión en su rostro, horrorizado cuando pudo divisar en un rincón, el miembro amputado.

Me invadió el mismo desconcierto de hacía ya más de un año atrás, cuando arruiné la vida de aquel a quien tenía delante, mirándome como si fuera un bicho raro y peligroso.

-Yo no lo... - "quise hacer", intenté decir, siendo interrumpida por el puño de Arturo contra la pared.

-No me des explicaciones -negó furioso-. Ya no hay vuelta atrás. Está muerto.
Señaló al cuerpo de Darly. Yo giré y pude comprobarlo, haciendo que mis piernas flaquearan y me derrumbara en el suelo, llorando desconsoladamente.

Sempiterno Corazón (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora