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Por favor abran sus libros de Física en la página setenta y dos —pidió la profesora Henderson—. Resuelvan los ejercicios uno, dos, cuatro y siete. Señorita Donnovan, ¿dónde está su libro?

—Aquí, profesora —fruncí el ceño, enseñándoselo.

—Mm, no lo creo —dijo ella—. Estamos en Física, no Literatura.

Confundida, bajé la vista al título de mi libro. "La Literatura como objeto de estudio, Arianne Glass, 5° curso" era lo que decía el maldito ejemplar.

—Maldición —murmuré. Había tomado el libro equivocado. Genial.

—Creo que debería acomodarse los horarios, señorita Donnovan —luego, ella carraspeó mientras buscaba a alguien con la mirada—. Señor Evans, comparta su libro con la señorita Donnovan si es posible.

Mi estómago se estrujó. ¿Evans? ¿Peter Evans? ¿El bello, musculoso, y para nada feo Evans? La fiera que llevaba dentro saltó de la emoción.

Aquel sujeto era uno de los chicos que me atraían. Era un bobo a veces, sí, pero me gustaba. Atractivo, debía reconocer que algo inteligente, y con una sonrisa muy bonita.

Siempre me dije a mí misma que era una ridícula sintiendo atracción por él en vez de Connor, pero me daba lo mismo. Eran sumamente diferentes para mí, aunque sonara patético ya que ambos eran mejores amigos, prácticamente hermanos.

Confirmé que era él cuando se sentó a mi lado, extendiendo el libro de Física frente a nosotros.

Pero sin embargo él estaba sumido en sus pensamientos, escribiendo las respuestas en su hoja con el lápiz en mano.

Bufé derrotada. Peter nunca me notaría. Y quizá la mala suerte que traía encima era la mayor probabilidad de la razón por la que no lo hacía. Nadie querría estar con la chica desafortunada Donnovan, obviamente.

Mordí mi lápiz tratando de fingir concentrarme a los ojos de la profesora. Luego miré de reojo a Peter; seguía escribiendo aunque apretando la mandíbula.

Arqueé una ceja.

—Deja de hacer eso —me sorprendí oyendo la voz de Peter a mi lado en un murmullo—, me pone nervioso.

—¿Qué cosa? —fruncí el ceño mientras me enderezaba.

—Sabes el qué.

Lo miré a él y luego al lápiz que sostenía entre mis dientes. ¿A Peter le ponía nervioso que mordiera mi lápiz? Me mordí el labio para reprimir la gran carcajada que iba a soltar.

Así que decidí divertirme un rato.

Mordí más fuerte, dejando las marcas de mis dientes en el objeto en cuestión. Lo miré de soslayo y noté que tenía su bolígrafo presionado firmemente entre su puño, como si en cualquier momento fuera a estallar.

Hice caras mientras seguía provocándolo en su asiento, esto era muy gracioso para mí. Peter seguía sosteniendo muy fuerte su lapicera, no podía suavizar el agarre por mucho que lo intentara.

—Allison —advirtió él—, para ya.

No le obedecí mientras seguía dejando las marcas de los dientes en mi lápiz. Noté que sus uñas estaban enterradas en la piel de la palma de su mano alrededor del bolígrafo. ¿Eso lo estaba causando yo? Me sentí genial al saber que sí era así.

A punto de hacer que se impacientara, algo entre nosotros sonó como un chasquido. Fruncí el ceño y vi que mi lápiz ahora eran dos lápices. Puse los ojos.

Había mordido tanto a esa maldita cosa que se partió en dos.

—Quédate con el libro, déjalo sobre mi casillero cuando la clase acabe —me dijo el muchacho. Se puso de pie y caminó hasta la profesora, extendiéndole las tareas realizadas y marchándose del aula.

¿Qué fue lo que hice yo para merecer esta suerte?

Caminé por los pasillos inundados de gente. Chicos corriendo para llegar a sus clases en pisos superiores, chicas entrando al baño, parejas besándose. Ugh.

Gracias al cielo, Warren llegó a mi rescate.

—Hey, ¿qué tal te fue?

—¿Te refieres a la parte de querer coquetear con Peter Evans? Pues no sé, se marchó antes de que pudiera decir "lápiz roto".

—¿Qué has hecho qué? —alzó las cejas, con una sonrisa divertida.

—Nada. No pienso decírtelo para que te burles de mí.

—¿Intentaste coquetear con Evans? Por amor a Dios, Allie —rió.

—Sabía que no debía decirte ni una palabra de ello —rodé los ojos mientras llegaba a mi casillero.

—De algún modo u otro lo hubiera sabido, sé todo sobre ti —se recostó en la taquilla junto a la mía como anteriormente había hecho—. Escucha, Roxie hará una fiesta el sábado.

—¿Esa mundana con aire de Marcie Millar? —arqueé una ceja mientras me aseguraba en tomar el libro correcto.

—Sí, esa misma —bufó él—. Quería saber si vamos juntos.

—No pienso permitir que ella se te acerque en la fiesta, así que tendré que ir por obligación. De lo contrario, tú te las arreglarás para ir solo y yo me quedaré en casa completamente insatisfecha al saber que te tiraste a esa zorra.

Warren sonrió de costado.

—Esa es mi chica —pellizcó mi mejilla derecha.

—No me toques —gruñí, pero eso hizo que Warren sólo riera.

Seguimos platicando hasta que el timbre volvió a sonar. Deberían prohibir ese tipo de sonidos en un lunes por la mañana cada una hora. O todos los días de la semana.

Mientras Warren seguía burlándose de mí y bromeando sobre Peter Evans, me urgió orinar. Warren accedió a quedarse fuera esperándome, mientras yo entraba con cautela por la puerta azul. Dentro había varias chicas frente al espejo, charlando mutuamente; unas se aplicaban brillo labial o se acomodaban la ropa y el cabello.

Entré a un sanitario ajeno e hice lo que debía hacer, cerrando la puerta. Tiré de la cadena mientras salía. Las personas ya no estaban allí, así que estaba sola. Como quería que fuera.

Me paré frente al espejo y me examiné. No duró mucho hasta que hiciera caras estúpidas en el reflejo, haciéndome reír a mí misma. No me tomaba en serio mi físico. Cuando trataba de ser seria, simplemente la diversión me abundaba completamente.

Finalmente opté por hacer de mi cabello rojizo una cola de caballo, y la tiré por sobre un hombro. Hice la última cara extraña y caminé hasta la salida.

O al menos lo intenté.

Caí de culo en el suelo frío por haberme resbalado con algo, no sabía el qué. Pero ahora sentía todo mi trasero empapado. Fruncí el ceño mientras me volvía a poner de pie, examinando qué rayos acababa de sucederme.

Noté un charco de agua que se extendía hacia fuera de uno de los sanitarios, el mismo que utilicé antes. Me acerqué y noté el letrero en la puerta.


SANITARIO AVERIADO, NO UTILIZAR HASTA FUTURO AVISO. GRACIAS.


Genial. Simplemente genial. El agua había corrido por debajo del inodoro cuando tiré de la cadena. ¿Dónde estaba el cartel para cuando lo necesité?

Ahora tenía el trasero completamente frío y húmedo gracias a que caí sobre el agua.

Mierda y más mierda.

—¿Warren? —pregunté, caminando hasta la salida, pero sin salir.

No obtuve respuesta. Abrí la puerta azul para dejar media cabeza afuera y buscarlo con la mirada, pero mi mejor amigo idiota se había ido.

Esto cada vez era mejor. Estaba sola y con el culo frío.

Y si así empezaba mi lunes, no quiero imaginarme lo que será en toda la semana.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora