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El conteo para el viernes se me hizo eterno estando a martes solamente, pero al fin y al cabo, después de mucho tiempo, llegó el jueves. Eso significaba que debía aguantar sólo veinticuatro horas más y vería de nuevo a mi mamá preciada para estar con ella durante el resto del fin de semana, como usualmente hacía.

Lo que me recordaba que debía llevar la muda de ropa, pero ya me encargaría el viernes o le diría a uno de mis hermanos que se pasara por la casa de Trisha para dejarla allá.

—¡Allison! ¿Cuánto más tardarás? —Exclamó un impaciente Zack— Ya de por sí llegamos con diez minutos de retraso.

—Cállate, lo que menos quiero es oír tu fea voz a las siete de la mañana —contesté mientras cepillaba mi cabello frente al espejo del baño.

—¡Tengo que orinar, apresúrate!

—Ve al patio.

—Tú ve al patio —contradijo.

—Yo soy niña, no puedo orinar de pie.

—¡Sólo date prisa!

—No me digas qué hacer.

—¡Sal de una vez, de verdad necesito mear!

—Oh por amor de Dios —rugí mientras abría la puerta—, eres insoportable.

—¿Todo este tiempo estabas adentro peinándote cuando podías hacerlo fuera?

Bajé la vista al cepillo que traía en mi mano derecha y luego asentí con una sonrisa maliciosa.

—Tengo mucho líquido del cual deshacerme para ponerme a gritarte, se me escapará el chorro.

—Todo tuyo —me hice a un lado para invitarlo a entrar.

Corrió, literalmente, hasta el inodoro y se bajó los pantalones tan rápido que se le había olvidado cerrar la puerta. Puse los ojos como platos mientras mi cara se quedaba con expresión de terror. Ver a mis hermanos desnudos de la cintura para abajo era demasiado para mí a las siete de la mañana.

Caminé hasta la cocina aún con mis ojos aún abiertos al extremo, lo que decía claramente que me había traumatizado segundos atrás, y serví en un bol cereales acompañados de leche fría.

—¿Ya podemos irnos? —entonces entró Cooper.

Levanté la vista hacia él y alzó ambas cejas al ver mi cara.

—Okey, ¿qué fue lo perturbador de hoy?

—Zack.

—¿Zack?

—Y su aparato reproductor masculino —agregué.

Cooper empezó a reírse por lo bajo y quise tirarle el cuenco por la cabeza.

—No es gracioso —le apunté con la cuchara—. Para nada.

—Allie, ya llegará el momento en que te guste ver aparatos reproductores masculinos; créeme.

—Tú no sabes eso.

—Sí lo sé. Soy experto.

—¿En serio? Vaya, qué sorpresa. Creí que mis hermanos eran todos heterosexuales, pero qué va. Felicidades, ¿quién es tu novio?

—No me refería a eso, tarada —rodó los ojos.

—Claro que no —afirmé con sarcasmo, pero en ese momento Ethan y Zack llegaron a nuestro encuentro.

—¿Ya están todos? —frunció el ceño Ethan.

—Voy por mi mochila —suspiré.

Ellos me dejaron ir sin objetar y caminé hasta mi cuarto. Tomé el bolso y me aseguré de también tomar a Alaska, mi hermoso bebé blanco que Warren ridículamente había bautizado el martes pasado, y entonces hice de mi cabello una coleta.

Yo no fuiWhere stories live. Discover now