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Incómoda, comencé a dar vueltas en mi colchón. No había forma alguna de volver a conciliar el sueño; no cuando desperté por los profundos ronquidos de rinoceronte pertenecientes al chico que dormía en el suelo del cuarto; muy a pesar de mi regla de que ningún chico se quedaba en mi habitación. Maldito Warren.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que la cosa del diablo que se hacía llamar despertador sonara, provocando un dolor extremo de cabeza las siete de la mañana.

Warren gruñó desde el piso.

—Despierta —exigí, retirando el edredón de mi cama—, tenemos escuela.

Por consiguiente recibí otra protesta murmurada.

—Iré a la ducha —advertí—, cuando regrese te quiero levantado y con mi desayuno hecho.

—No jodas, Allison —farfulló dormido.

—Me la debes. Ayer me trataste como yo quisiera tratar al presidente Snow. Debes compensarme, y esa es la manera más adecuada.

—No exageres tanto —pidió mientras se tallaba los ojos—, tampoco me excedí.

—Sólo hazme el maldito desayuno antes de que te golpee en las bolas. Es una orden.

—Sí, señora —se burló mientras descansaba su cabeza en la almohada que le había proporcionado la noche anterior.

No dije nada más y tomé mi ropa interior. Me dirigí al cuarto de baño, encendí la llave de la ducha y me despojé de mis pijamas de gatitos. Dejé las prendas en el suelo y me metí debajo del agua.

Demasiado pronto.

—¡Mierda! —chillé cuando el agua fría hizo contacto con mi piel.

Me volteé demasiado rápido por la sorpresa y la cortina de la ducha desapareció de mi vista, cayendo al suelo con un ruido sordo.

Si seguía a este paso, ya todos lo que estaban dentro de la casa habrían despertado.

—¿Allie? —preguntó la voz de uno de mis hermanos del otro lado de la puerta—, ¿estás bien?

—Sí, sí... —asentí, tomando la cortina que yacía en el piso blanquecino— No vayas a entrar.

—Tranquilízate hermanita, estoy seguro de que si entro y te veo desnuda mis ojos sangrarán.

Qué hermoso hermano.

—Ni que fuera una de tus Barbies —reproché mientras lavaba mi cabello.

—Créeme, a esas "Barbies" sí vale la pena mirarlas... desde todos los ángulos.

—Cerdo —escupí.

—¿Qué hace Warren aquí? —Cambió de tema—, no lo he visto entrar ayer.

—Entró por la ventana ayer —dije, mientras enjabonaba mi pequeño cuerpo.

—Ah, y eso es la cosa más normal del mundo, ¿no? Ni que fuera Edward Cullen, ¿no crees?

—Ya lo sé —bufé, mientras escurría mi cabello—. De todas maneras, Edward está mucho más bueno que Warren. Con intenciones de ofenderlo.

—¡Te escuché, Donnovan! —gritó la voz de mi amigo del otro lado de la puerta.

—¡Genial, entonces! —Contesté en una exclamación llena de risas— ¡Ve a hacer mi desayuno!

—¡No soy tu esclavo!

—¿Ah, no? Sí sabes que puedo divulgar a todo el mundo lo que pasó con Roxie ayer.

Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora