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ALLISON


Era el segundo día de mi resfriado, lo que quería decir que la piedad y compasión habían acabado considerablemente: me desperté moqueando —asqueroso—, y mis estornudos continuos se transformaron en el nuevo despertador de la ciudad. Apenas podía ver nada de lo entrecerrados que estaban mis ojos a causa de haberlos cerrado durante el tiempo en que mi nariz largaba mocos, y lo único bueno que puedo rescatar de toda esta mierda es que Trisha me dejó ausentarme al colegio. Lo malo, obviamente, es que tenía que volver a mi casa; y para eso, salir de la comodidad de mi cama de la niñez.

—Anda, Allison, Cooper está afuera esperando con el coche y tú ni siquiera estás vestida —apresuró ella.

—Me siento para la mierda, mamá —lloriqueé, sonando mi nariz—. No veo por dónde camino. ¿No puedo yacer aquí, en la soledad, sin causar problemas hasta que llegues de trabajar?

—Conociéndote, cariño, podrías causar problemas hasta estornudando. Lo que básicamente puedes hacer hoy más que nunca.

—Por favor —estornudé de nuevo—, ten piedad.

Trisha bufó desde el umbral de mi puerta.

—Tendría que hablar con tu padre.

Me puse alerta. Si mamá hablaba con Mason, y se desviaban de la conversación por alguna razón equis —no me molestaré en fingir toser: su secreta relación—, podría averiguar más sobre el tema oyendo a sus espaldas.

—Sí, por favor, anda, habla —animé—. ¿Por favor?

Noté que me miraba haciendo una mueca que comenzaba a parecerse una sonrisa. Entonces supe que había ganado; ya sea por mi insistencia en quedarme o mis ánimos de saber más sobre ella y papá.

O inclusive porque me asemejaba más a una moribunda resfriada que a otra cosa, quién sabe.

—Bien, le diré a Cooper que entre a la casa mientras tanto.

—O deja que vaya al colegio —sugerí. No quería al simio rondando por mi cuarto, me enfermaría más con sus bacterias—. Todo el mundo tiene derecho a estudiar.

Ella arqueó una ceja.

—¿No me dijiste que no querías tener ese derecho hace un mes o dos atrás?

—No... —fruncí el ceño, sabiendo que sí lo hice en un comienzo— Jamás haría algo así, soy excepcional. Y por eso yo puedo faltar hoy y el resto de la semana.

—Ah, ah; alto ahí —negó con la cabeza—. Te di el permiso de ausentarte hoy, y quizá mañana, pero al tercer día volverás a la escuela quieras o no. Tienes demasiadas inasistencias, Allie, y eso es claramente culpa de Mason.

—O del despertador que no suena a tiempo —consideré.

—O tuya, porque no lo oyes —acusó.

Entonces estornudé oportunamente, para cortar con todo este rollo de echadas de culpa y acusaciones. El despertador es el culpable, fue creado por el mismo diablo, fin de la historia.

—Iré a hablar con tu padre.

Asentí con la cabeza mientras sonaba mi nariz nuevamente. Cuando abandonó mi habitación, me puse de pie rápidamente y me mareé ante el cambio radical. Me estabilicé, y me acerqué a la puerta en puntillas.

Entreabrí la puerta, que rechinó como un gato maullando para mi gran suerte. Mierda.

—Sh —le pedí a la maldita cosa—, cállate —abrí un poco más y maulló de nuevo—. Joder, ¿justo hoy tenías que joderme la vida? Genial, estoy hablando con la puerta de mi habitación —entonces reaccioné. Qué fracaso.

Yo no fuiWhere stories live. Discover now