XI. ME GUSTA ESTAR EN DEUDA SI ES CONTIGO

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— ¿Me harías- — lo interrumpió Kaminari, alzando hacia él una expresión suplicante — ¿Me harías el favor de dejarme repetirlo? Esta vez bien.

¿Hacía realmente falta que Sero asintiera cuando todo en su semblante delataba que estaba aferrándose a la imagen desaliñada e imposiblemente fascinante del otro como si fuera la última y también la primera vez que lo veía?

Si fue el pelinegro el primero en extender los brazos o Kaminari el primero en avanzar un paso, era algo que jamás sabrían.

Lo que tampoco había sabido Sero era hasta qué punto el rubio cumplía sus palabras, pero no tardó en redescubrir su determinación cuando las manos de Kaminari treparon a sus hombros y, en vez de atraerlo, lo empujaron suavemente.

Quedó sentado en el suelo con una expresión de total desconcierto. Tal vez habría logrado articular alguna pregunta, de no ser porque el rubio cerró la puerta y se precipitó al suelo también, instalándose a horcajadas sobre él. Fue ahí cuando entendió que "repetir" era una palabra literal. Atrapado entre la alfombra y las manos de Kaminari que habían escalado hasta su torso para tumbarlo, volvía a verse en la misma posición que una hora antes, salvo que esta vez era su habitación y no la del rubio, y no estaban a oscuras, y en la cálida luz ambiental que los rodeaba no era una caída torpe quien lo había dejado sin aire sino la súbita cercanía de un rostro en el que podía apreciar cada detalle.

— Olvida lo que ha ocurrido antes — soltó de pronto el rubio, consiguiendo que las manos que habían empezado a acercarse vacilantemente a él se pegaran de nuevo al suelo.

Al instante, una mueca arrepentida cruzó el rostro de Kaminari. Tenía definitivamente un talento para elegir las peores palabras en los peores momentos...

— No, no lo olvides todo — se corrigió rápidamente, sintiendo cómo su corazón se encogía por el leve temor en los ojos de Sero —. De hecho no olvides nada de estas últimas semanas, no olvides que-

— Kami...

— No olvides que puedes llamarme Denki — insistió, con tal intensidad en su mirada que Sero sólo pudo inmovilizarse sobre el suelo y rezar por que los mechones oscuros que caían sobre su rostro ocultaran su sonrojo —. Sólo tú.

Porque sólo tú provocas estas descargas de alegría, sólo contigo siento que podría morir de felicidad a cada instante.

—Y sólo tú... — prosiguió Kaminari — sólo tú sabes adivinar en qué estoy pensando por muy tarde que sea y seguirme el juego por muy estúpido que parezca, y sólo cuando estoy contigo siento que tengo absolutamente todo lo que me hace falta, y- y sólo tú has estado ahí todas y cada una de las veces que necesitaba a alguien, y...

Aunque las palabras se agolpaban en la mente del pelinegro, cuando Kaminari hizo una pausa para calmar su respiración agitada, Sero sólo fue capaz de contener el aliento, grabando a fuego en su memoria el leve temblor de las manos del rubio en sus hombros, el confortable peso del otro sobre sus piernas, la delicadez con la que cada mechón dorado enmarcaba un rostro perfecto y quedaba suspendido en el aire, balanceándose suavemente entre ellos.

Tampoco recordó cómo respirar cuando el rubio siguió hablando:

— Lo que quiero decir es que... Probablemente seas el mejor amigo que he tenido, pero debo de ser muy avaricioso porque no puedo conformarme con eso.

Esta vez las manos de Sero tuvieron el valor que les había faltado antes, y rodearon la cintura de Kaminari sin lograr asustarlo pero tampoco detener una cascada de palabras inquietas.

— Así que- no olvides nada, recuérdalo todo, de hecho, en especial lo que estoy diciendo ahora porque no tengo ni idea de qué es pero sé que moriré de nervios si tengo que repetirlo, pero por favor- perdona que haya reaccionado tan torpemente antes, y- todavía estoy siendo torpe, en realidad, pero-

Si me lo pides por favor | Kamisero | SerokamiWhere stories live. Discover now