Relatos de una mujer solitaria

Parece que va a llover

Claudia se encontraba debajo de un toldo deslizando la playlist en busca de algo que le despejara la mente, mientras que la gente del barrio, corría para resguardarse del diluvio que les acechaba. Para cuando el cielo se puso oscuro, ella seguía ahí, meciéndose sobre sus pies y observando de un lado a otro, revisando las caras que se cruzaban con la suya. Pasaron los minutos, las horas, las horas y las horas. Nada cambió. Nadie llegó. Revisó por ultima vez el reloj y la bandeja de mensajes de su teléfono. Nada.

Asumiendo su derrota, Claudia exhaló con fuerzas y tras ocultar la mitad de su rostro bajo la bufanda, decidió volver a casa. Anduvo a paso lento, con la mirada fija en la nada. Sintiéndose como aquellas hojas que, zarandeadas por el viento tormentoso; caían y rodaban bajo sus pies. Su mente se fue con esas hojas y divagó entre reflexiones y conclusiones, hasta que un par de gotas ensuciaron el cristal de sus lentes.

La chica miro con reproche el cielo y chasqueando los dientes, decidió seguir sin apuros. Total, ya no importaba arruinar el peinado que con mucho esmero, se había montado para la ocasión. Cuando llegó a la parada de autobuses, la lluvia arreciaba empapando sus anhelos y la caja de tartas con crema y limón. Temblaba y se frotaba las manos mientras buscaba acurrucarse en el abrigo que le llegaba hasta las rodillas. Las cosas solo parecían ponerse peor para ella, frente al posible resfriado que pescaría si seguía mojándose. En ese momento, su mente se rindió ante la frustración y dejo que las lagrimas se mezclaran con el agua de lluvia. Solo quería desaparecer.

De pronto y sin explicación, las gotas dejaron de penetrar en sus ropas. Volteo confundida y se encontró con una mirada tranquila que le ofrecía un espacio en el paraguas.

-Esta mañana no parecía que iba a llover ¿verdad?- Preguntó la otra chica con amabilidad. Claudia negó con la cabeza, incapaz de hablar por la timidez que la poseyó en aquel instante; deslumbrada por la dulzura del perfume y de los ojos pardos que le veían con agrado.

Sin darse cuenta se subió con ella en el mismo bus y tomo asiento a su lado. No podía explicarlo, pero aquella chica le hacia sentir diferente, mucho más tranquila que antes y era evidente que a Caludia esto le intrigaba, pues repentinamente sentía mucho calor cuando sus miradas se encontraban. Y como no hacerlo, si aquella misteriosa mujer la hizo hablar mas de lo que normalmente hablaba con un extraño, la hizo reír y olvidar por unos minutos al cretino que le había dejado plantada por cuarta vez. la hizo sentir cómoda con su peinado arruinado. Era la primera vez que una chica le hacia sentir especial y debía admitir que eso le gustaba.

-Me bajare en la que sigue, ¿tu te quedas?-

-Si... Me faltan dos paradas mas.-

-Bueno, en ese caso... Supongo que es nuestro adiós. Fue divertido hablar contigo.- Indicó la mujer que preparaba sus cosas para irse.

-Pa-para mi igual.- Respondió con torpeza mientras la veía levantarse, sin embargo; al recordar la caja estartalada que llevaba entre manos, un impulso la tomo por sorpresa.- O-oye! Te... Te gustan las tartas de lima?-

-No son mis favoritas, pero las he comido antes y son buenas, me gustan si tienen mucha crema. ¿Por...Qué lo preguntas?- cuestiono la otra ignorando el anuncio de su parada.

-Pu-pues... tengo aquí... unas, si quieres... elige.- Propuso Claudia destapando y mostrando las tartaletas ligeramente aporreadas, pero que seguían viéndose apetitosas.

-Valla, yo... no... No debería. ¿Enserio puedo?- Preguntó tomando asiento otra vez junto a la chica, mientras que un rayo de felicidad por semejante acto le flechaba el corazón.

-S-si, es lo menos que puedo hacer por ti. Compartiste tu paraguas conmigo y me escuchaste mientras me desahogaba .-

-Vale, vale pero... Esto queda bien con un café. ¿te apetece ir a por uno?- Sugirió la mujer que volvió a deleitarse con la expresión colorada de Claudia, que tras darse cuenta que se había pasado su parada, decidió lanzarse a la aventura con ella.