En un lugar inusual

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Había una vez, un una heladería bastante concurrida, un señor de frondoso bigote que miraba fascinado la variedad de sabores que ofrecía la tienda. No entendía muy bien que hacía ahí, pero oler el sabor dulce de la golosina, se le antojó comer una. Escarbó su cartera y al comprobar su presupuesto, pidió una barquilla de dos porciones, chocolate y menta, sus favoritos.

Se sentó en una plaza cercana a disfrutarlo. Entre tanto, personas caminaban en camisetas y shorts, abanicándose con lo que tuviesen a la mano. Él, comía helado para combatir el ardor de la tarde.

Fue entonces que se fijó en el elenco que se paseaba delante de él, los observaba con ojos de niño que admira el mundo por primera vez. Mezclando el chocolate y la frescura en su boca. Capturando la imagen de una chica muy guapa a la distancia que según él, le seducía con sus largas piernas y delicada silueta.

La vio acercarse y saludarle, rompiendo el hielo. Conversaron largo rato de cosas que él no lograba escuchar en la bruma espesa de su mente, donde el helado estimulaba áreas antes dormidas. Hablaron y hablaron, llevando los temas a zonas que le fueron encendiendo por dentro.

Estaba realmente entusiasmado con aquella joven que se derretía ante sus encantos de hombre maduro. Ella era la indicada para cumplir sus sueños. Aquella pose de venus, aquella piel tersa que se cerraba bajo sus manos deseosas de arrebatarle su último aliento. Era tremendamente irresistible. Sofocante. Apretado entre sus piernas. Dolorosamente excitante. Exaltado con una idea que cada vez cobraba mas forma y añadía detalles a lo que sería su próxima escena. Los lugares donde fantaseaba dejarla inerte, mordisqueada y utilizada.

"Que curioso... Los helados también sirven para inspirarme" pensó, mientras se terminaba la barquilla y se colocaba de pie, para devorar su siguiente víctima.

Relatos de una mujer solitariaWhere stories live. Discover now