6 | Cómo (no) declararte a tu crush

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Tensión.

Concentración.

Y la peor puntería.

—Tú puedes, Alana. Demuestra que puedes.

Tiré la pelotita. La vi caer en cámara lenta, acercándose cada vez más al vaso rojo. Me aferré con fuerza a los bordes de la mesa y una pequeña gota de sudor resbaló por mi sien.

Esta era mi oportunidad con Adam. La oportunidad perfecta para demostrarle que soy más que una cara de meme.

—¡Cayó! ¡Oh por dios! ¡Gané! ¡Gané por primera vez en mi vida! —Di brincos de la emoción y me volví hacia Adam, pero no lo encontré a mi lado—. ¿Y Adam?

—Respiraste y se aburrió.

Etel me miró con una expresión de aburrimiento. Se había pasado todo el rato quejándose de los mareos y dando un sermón de que el alcohol le estaba destruyendo las neuronas que me faltaban.

—Creí que íbamos a hacerlo juntos. —refunfuñé.

—Bah. El juego terminó hace rato. —Al ver mi cara de confusión, una sonrisa burlona danzó en sus labios—. Y perdieron.

—¿Cómo? ¿En qué momento?

—Dios. Se te da fatal existir, Alana. —Se puso de pie y cogió el vaso rojo para trasladarlo hasta el otro extremo de la mesa—. El vaso debe ir aquí, no bajo tus narices.

Me erguí de pronto y ahí noté lo que estaba mal. Santa madre de todos los licores, ¿qué efecto le estaba haciendo a mi inocente cuerpo?

Sacudí la cabeza, notando un leve mareo que me hizo tambalear como si fuera un muñeco de cartón como Pin Pon. Oh por dios, ya lo recordé. Perdí diez veces y seis tuve que tomar. Adam se tomó cuatro por mí. Al menos me ayudó a no morir de coma etílico.

Si Etel estuviera acá, me diría que soy una polla.

—Estoy acá. —carraspeó.

—¿Me lees los pensamientos? —dije sorprendida.

—Es imposible ignorarte si estás hablando sola como una loca. —Etel soltó un suspiro y echó un vistazo alrededor—. Cassie ya debería estar aquí.

Etel estuvo a punto de ir a buscarla, pero puse una mano en su pecho para detenerla. Mi mirada estaba fija en el enemigo. Apreté los puños a mi lado. Una sensación de adrenalina me recorrió de pies a cabeza.

No he venido hasta aquí para irme con el rabo entre las patas. No, señor.

—He localizado al enemigo.

—¿Qué?

No respondí y fui hacia ella. Intenté verme intimidante como el Señor Succionador de Almas Alias Espectro del Mal, pero caminando chueco y con mi cabeza tintineando hacia los lados como un resorte no estoy segura de si lo logré.

—Tú. Intento barato de Ariel.

La pelirroja volteó a verme con el ceño fruncido.

—Discúlpala. Está en Marte. —se excusó Etel y trató de jalarme.

—Tú. —repetí con voz pastosa—. ¿Quién eres?

—Claramente Ariel no.

Fruncí el ceño. Cassie me había dicho su nombre junto con todo lo que necesitaba saber de ella, pero estaba tan mareada que solo pensé en lo mucho que se parecía a Ariel.

—Soy Cassandra. —dijo confundida, mirándome de arriba abajo.

—Cassandra. —me burlé—. Como las que se van de parranda.

Una Conquista ImperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora