1

1.3K 76 3
                                    

Lunes, 7:58 am.

Luego de lo que pareció ser 5 años interminables, Juliana podría dejar de ejercer su cargo como policía, sería una mentira decir que no sentía una mínima y casi inexistente nostalgia, apenas hace 9 meses fue asignada a la Unidad de Inteligencia, pero de cualquier manera, estaba lejos de arrepentirse, había logrado egresarse como diseñadora de modas y lo mejor de aquello  era que una importante diseñadora mexicana la había estado siguiendo desde sus últimos dos semestres, por lo que tenía una oferta de trabajo en puerta. 

— Entonces... ¿Cuándo dejas la unidad? — Estando en la cafetería más cercana a la estación de policía, Amy desayunaba junto a Juliana, siendo la primera en saber que pronto esta ultima dejaría la unidad.

— En cuanto firme el contrato con Amanda, ya sabes, la diseñadora... Posiblemente la semana entrante. — 

— Sonará cliché pero es una lastima que renuncies, o sea, por supuesto que es fantástico, trabajaste duro por ello, solo que, hacíamos buen equipo y el sargento Ramírez te adula en secreto. — 

— Él nos adula a todos en secreto. — 

A tan solo un par de manzanas de allí, se alzaba una imponente torre de 87 pisos de altura, algo demasiado pretencioso para los gustos de Valentina pero bastante adecuado al estilo de su familia, cuya empresa ocupaba los pisos del 73 al 79.

La familia de Valentina Carvajal era dueña de una cadena de telecomunicaciones, irónicamente la joven miembro de la familia no trabajaba para la empresa familiar. Ella era una periodista independiente, quien aceptó ante la insistencia de su padre, León, en que usara una de las oficinas a cambio de que él no le siguiera pidiendo que se una a su equipo.

"De alguna manera debo mantener el lazo padre e hija" decía él.

En el piso 73, lejos de las oficinas de sus hermanos, su padre y los "caprichosos empresarios", como Valentina les decía, se ubicaba su oficina, cerca de los pasantes y aquellos con puestos de menor jerarquía. Su espacio contaba con unos 14 metros cuadrados, una pared de cristal, un pequeño sofá, lo necesario para dar alguna que otra entrevista y todo su equipo. 

— Buenos días, Valentina. — Sergio cruzaba la puerta con una sonrisa que delataba una buena noticia.

— Cuenta, soy todo oídos. — Valentina ansiosa se sentó en el escritorio con un infaltable café en manos.

— Retiraron los cargos. — Anunció victorioso lanzándose al sillón. Sergio era su abogado, amigo de la infancia, eso del periodismo independiente la había metido en un par de inconvenientes legales pero nada que un buen abogado no resolviera.

— ¡Si! una preocupación menos, de igual manera, no tenía sentido y habríamos ganado el caso, caí en esa propiedad privada por accidente, las cámaras lo prueban.

— Y también prueban que posees información ilegal, así que habrías ganado este caso y hubieras perdido otro.

— Si, bueno, olvidemos el tema. —

— Por cierto, Valentina... Aléjate un poco de las investigaciones por unos días, en un mes te han demandado 3 veces... Podrías mejor dedícarle algo de tiempo a Luis, él realmente cree que le eres infiel o algo así. — La chica rodó sus ojos en señal de fastidio.

— Voy a dejarlo ¿ok?  y no tengo a nadie más, eres su mejor amigo, habla con él al respecto. Te he dicho desde hace días que esta realmente invasivo con mi espacio, ha tenido actitudes violentas y no me interesa si cree que le soy infiel o no, simplemente no lo amo. — Valentina esa misma mañana había entregado a su padre lo que podría ser su próxima demanda pero hacerle caso a Sergio no sería muy ético como periodista.

Lienzo y Armas || JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora