Capítulo 1

2.1K 92 3
                                    

Junio, 2010

Lali abrió sus ojos exactamente a las tres de la mañana. Hoy era el día. Hoy...

Se quitó la frazada y buscó en el placard la ropa que ella ya había ordenado para salir. Era lo más decente que tenía, ya que nunca salía de casa. Nunca tocó el cesped, ni cruzó la calle, nada.

Se colocó esa jean ajustado, unas zapatillas comunes color negras y arriba una remera un poco desteñida con una campera rosada. Tomó la enorme mochila que encontró, urgando, entre las cosas de su padre y que hacía varios días venía llenando con cosas que creía que iban a ser útiles en su camino a la adolescencia.

–Bien, puedes lograrlo –se dijo a sí misma mientras se miraba en el espejo. Ya no era más la pequeña de nueve años indefensa, incrédula e inocente. Ya era una jóven de dieciséis años en busca de la felicidad.

Metió por último una foto de ella abrazada a su mejor amiga, Eugenia.

–Cómo te extraño, amiguita... –susurró pasando su dedo índice por la figura de Euge en la foto– Todo esto lo hago por vos, sabelo –sonrió.

Abrió suvemente la puerta de su habitación. De leeejos se escuchaban los ronquidos de Carlos. Indefensamente dormido.

Colocó su mochila en los hombros. Cerró la puerta y se concentró. Si algo que le puede servir para escaparse eran sus poderes, sí. Forzó la mente y la cerradura de su ventana cedió. Ya que Carlos le pasaba una tarjeta para que esta abriera y sólo el podía abrirla. Todo para que Lali no pudiera escapar. Pero había sido tan ingenuo de olvidarse de los clásicos poderes de su hija: Romper cosas, mover cosas, leer los pensamientos...

Se acercó a esta y sintió el suave rocío que caía a esas horas de la madrugada. 

Ahora se venía lo peor: ¿Cómo haría para bajar desde el balcón? Si se tiraba, se moría. Y para colmo, sus poderes no funcionan contra ella. Sino haría el clásico moviento y bajaría como volando. O al menos, bajaría la intensidad del golpe, para no caer tan duro.

Pero si ella no podía bajar volando... Podría hacer que algo volara y la llevara encima, ¡Claro!

Buscó en su habitación algo que la ayude. Bingo: La silla del escritorio.

Pujó de ella hasta alcanzarla al balcón y, con mucha fuerza, la levantó en el aire. Esto la hacía marearse, la silla era demasiado pesada para su cabeza. Pero debía hacerlo, por su libertad.

Como pudo, se subió a esta. Pero al hacerlo hizo dos metros suaves y los otros cinco tan rápido que se terminó golpeando contra el suelo y haciendo un lío tremendo. Lo que hizo despertar a Carlos.

–Mierda –susurró por lo bajo y comenzó a correr. El mareado le hacía la vida imposible pero debía hacerlo. Cómo sea.

Hizo cuatro cuadras a puro trote. La calle estaba completamente vacía. Perdió de vista todo. Pero creía que Carlos ya se había dado cuenta y la estaría buscando, no debía detenerse ahora.

–Uff –suspiró cansada. Estaba parada en medio de una plaza– Lo hice... –susurró y sonrió victoriosa para ella misma– ¡Soy libre!

Se quitó la mochila y se tiró en el húmedo pasto. Sintiendo su aroma. El viento hacía que le den escalofríos: Se hubiese abrigado más. 

Luego de tres horas caminando sin rumbo, ya eran las seis y media de la mañana. Ya podía ver autos, gente caminando, chicos uniformados para el colegio, gente, mucha mucha gente.

Debía buscar un empleo que la ayude a sobrevivir en este nuevo mundo. Sabía que a los dieciséis años debía estar en la escuela. Revisó en su mochila la plata que había podido ''robar'' de su casa. En total eran dos mil quinientos pesos. Era mucho y a la vez poco: Tenía que comprar útiles, si quería comenzar el colegio. La renta de un apartamento, donde pueda vivir. La cuota de luz, agua, gas de este. La comida. La ropa. ¡Qué embole!

Powersحيث تعيش القصص. اكتشف الآن