Capitulo 2

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–Bien. Aquella es mi cama –señaló Paula una cama al lado de la ventana–. Las otras están desocupadas, pueden ir dónde quieran. Paz me dijo que iban a llegar, así que acomodé un poco la habitación. Creánme que cómo estaba sola había acomodado todo a mi gusto y esto era un quilombo –rieron.

Lali tomó una cama flotante y dejó su mochila ahí. Cande se acomodó en la otra de abajo que estaba desocupada. 

–Bien, ahora... ¿Qué se hace? –preguntó Lali curiosa a Paula.

–Y... No sé, depende lo que vos elijas, tenés muchas clases lindas para ir: Taller, música, literatura, matemática y contaduría, ciencia, pensamiento lateral, etcétera –hizo una pausa–. Sí o sí tenés que inscribirte a siete clases, es el mínimo. Después si querés ir a más no tienen problema. Pero siete es el mínimo.

–Dale, gracias.

Paz entró y miró con alegría a Lali y a Cande.

–Veo que ya conocieron a Pauli –rió–. Mariana y Can, hoy tienen el día libre. Van a poder recorrer el colegio y mirar las clases, para poder presenciar que se hace en cada una y así poder inscribirse en la que más les guste.

–Gracias Paz –dijo Cande y Paz salió.

–Che, ¿Así se usa en uniforme, verdad? –preguntó Lali saltando de la cama.

–Sí –dijo Paula mientras miraba cada detalle.

–Vamos a recorrer Lali –dijo Cande y esta la siguió– ¿Venís? –le preguntó a Paula.

–No. Tengo una clase en diez –respondió.

–Bueno, nos vemos.

Ambas jóvenes salieron a recorrer el Mandalay.

–¿Y bien? –empezó Lali– ¿Porqué estás aquí?

–Mi familia me abandonó cuando era chiquita en un bosque de Misiones. Una señora llamada Silvia me adoptó, pero a mis siete ella falleció –contaba Cande–. Su sobrino me maltrataba. Así que trabajando como mucama de un hotel...

–¿Trabajaste a los siete? –interrumpió Lali poniéndose ambas manos en los bolsillos.

–Sí, pero me pagaban doscientos por día así que en una semana pude renunciar. Tomé un colectivo hacía Buenos Aires. Era muy pequeña. Estuve en un hogar de menores durante nueve años. Por alguna razón me dejaron ir antes de ser mayor de edad. Ahora tengo diecisiete. Encontré esta escuela y bueno, el resto ya lo sabés –sonrió– ¿Vos?

–Amm... –comenzó Lali– A mí mi papá me tuvo encerrada desde que nací hasta que me pude escapar hace una semana y un par de días –contó evitando algunas partes.

–¿Así de simple?

–Sí.

–¿Y tu mamá?

Oh rayos pensó Lali. Ella no tenía mamá. Era como un experimento.

No estuvo en la panza de nadie durante nueve meses. Los cientificos la habían creado y a eso se debían los poderes.

Se encogió de hombros ante la pregunta de Cande.

–¿Te molesta si seguís sola? Quiero ver que tal el taller de Literatura –dijo Cande mirando hacía la puerta del salón, dónde varios alumnos iban acomodándose en los bancos.

–No, voy a seguir viendo. Este colegio es muy lindo y colorido.

Cande se despidió de Lali y se quedó mirando la clase.

Ella siguió caminando, pasando por varios salones. Ninguno le parecía interesante. Hasta que llegó al final del pasillo y se encontró con el aula de Arte y Fotografía. Sonrió. Parecía muy buena. Se asomó un poco más a la puerta. La profesora de dicha materia la soludó con la mano y siguió con la clase.

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