Abyss: Scott

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   Scott Williams se pasó una mano por los cansados ojos. Después de acompañar a April a casa, había pasado toda la tarde haciendo recados de un lado a otro del pueblo, cosas que su madre le había pedido que hiciese en su ausencia.

   Miró su reloj mientras avanzaba hacia “Dynamite”, el único bar del pueblo al que las chicas llamaban (exageradamente para su opinión) “discoteca”. Había quedado con uno de sus compañeros del aserradero, Dean, un hombre que casi le doblaba la edad, pero con el que se llevaba francamente bien, para tomar unas cervezas.

   Aún era temprano. Pero hacía demasiado frío como para esperar fuera.

   Cuando Scott entró en la discoteca, miles de láseres de colores le hicieron entrecerrar los ojos. La música estaba más alta que de costumbre, y también había más gente de la que solía haber.

   Sorprendido, rodeó a la multitud, y fue hasta la barra. Dejó el abrigo en uno de los taburetes y se dispuso a pedir algo para tomar mientras esperaba a Dean, pero el camarero miraba con insistencia hacia la improvisada pista de baile, ignorándolo.

   Algo irritado, Scott volvió la cabeza.

   Un destello rojizo captó su atención al instante.

   Las personas que había en la pista de baile, bailaban entre ellas, pero rodeaban en todo momento a una persona que se movía individual y libremente en el centro de todas ellas.

   Resultaba tan fácil de reconocer como imposible de olvidar.

   El nombre de Zyra apareció en la mente de Scott, golpeando cada una de sus neuronas. Como si la conociese de siempre.

   Como si no tuviese ningún secreto para él.

   Su melena roja se movía a su alrededor. Estaba bailando, moviendo su cuerpo al ritmo de la música, contoneándose como Scott nunca lo había visto hacer a ninguna de las otras chicas. No, Zyra no se movía al ritmo de la música, era como si la canción se acoplase a ella, como si la melodía la siguiese. El vestido negro que llevaba, totalmente ceñido al cuerpo, dejaba poco a la imaginación. Supuraba sensualidad por todos los poros de su brillante y blanca piel. Parecía un ángel… no, un ángel no. Todo lo contrario. Era la tentación, un demonio, el pecado en persona.

   Se alegró repentinamente de no ser el único que la miraba. Todos los chicos de la discoteca la miraban hipnotizados, boquiabiertos. Incluso las chicas la miraban, intimidadas. Algunas intentaban imitarla. Pero les era imposible. Zyra no podía compararse a ninguna.

   Y Scott enloqueció. Nunca había sentido nada parecido. Le habían gustado chicas, por supuesto. Pero nunca de aquella manera, tan… desesperada. Tan agobiante, tan ardiente, tan peligrosa. Y sólo era la segunda vez que la veía.

   Como un autómata, comenzó a andar hacia el centro de la pista, donde él sabía que ella le esperaba.

   Se acercó a ella, sintiéndose atraído como si fuesen dos imanes. No podía evitarlo. Su contoneo lo llamaba.

   Zyra pareció reconocerle. De pronto, sus manos estaban en los hombros de Scott. Deslizó los dedos hasta su nuca y los enroscó, haciéndolo inclinarse. Scott pudo oler su perfume, y sintió escalofríos. Sus ojos verdes lo miraban, juguetones, brillantes, eufóricos.

   Scott deslizó sus brazos alrededor de ella. Zyra se pegó a su cuerpo, y siguió bailando. Scott creía que perdería la cabeza. No bailaba, se dedicaba a dejar que ella se moviese entre sus brazos.

   Zyra le sonreía. Scott creía que se quemaba. Sentía su pulso en la cabeza, en las muñecas, en el pecho. El corazón le latía desaforado. De pronto, sintió los labios de ella en su cuello. Gimió, pero no se le oyó, la música estaba a tope. Deslizó las manos por la espalda desnuda ... ¡Aquello era una locura! ¿Qué estaba pasando?

   Zyra se apartó y volvió a sonreírle. Scott no podía dejar de mirarla. La primera vez que la había visto había sabido que era hermosa. Pero en ese momento las cosas eran diferentes. No es que fuera hermosa. Es que sabía que nunca volvería a ver nada más hermoso que ella.

   Zyra le cogió entonces por las muñecas. Sus ojos escondían una luz llena de lujuria. ¡Lujuria! Ah, sí, podrían llamarla así. Zyra… Lujuria…

   Scott entrecerró los ojos. Se sentía raro. Le daba la sensación de ir colocado. Hacía meses que no fumaba nada, y sólo habían sido dos veces aquél último año, las primeras y las últimas. Por eso no podía entenderlo, no era capaz…

   Zyra se lo llevaba de la pista. Notaba cómo tiraba de él. Scott sólo era capaz de mirar sus labios rojos.

   El aseo de chicas. ¡Já! ¡No había nadie! Era una locura, una locura…

   Zyra lo empujó contra una de las paredes de azulejos. Chocó y sintió el frío en la espalda, pero apenas fue durante unos segundos consciente de ello.

   Se dejó besar por aquella boca que lo poseía como si fuese la única cosa existente en el mundo, en el universo. Nunca antes lo habían besado así. Notaba que le faltaba el aire. En alguna parte de su cerebro, sabía que algo iba mal. Pero le encantaba. ¿Qué podía hacer?

   Quiso atraparla, estrecharla contra él…

   Pero ella se le escapó de entre los brazos. Scott abrió los ojos, aturdido, y la vio escabullirse por la puerta del baño. Escuchó su risa juguetona e intentó seguirla.

   Salió del baño, e ignoró las risitas de un par de chicas que intentaban entrar en él. Buscó algo ido por la discoteca, pero no la encontró.

   Había desaparecido.

Abyss: The humanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora