Abyss: Jean

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   Le miré, y sin otra salida, me puse a la defensiva. No tenía otro lugar al que ir.

-¿Por qué no?-le exigí.

   Connor me dirigió una seria mirada que me pilló por sorpresa.

-No puedo dejar que duermas aquí, sentada en estas sillas. Te vienes conmigo a mi casa.

   Mis defensas cayeron a mi alrededor, debido a la sorpresa. Pero me encogí en mi asiento, irritada.

-No será necesario-murmuré.

-A mí me parece que sí.

   Le dirigí una mirada asesina, a la que él no hizo caso.

-Vamos, Jean. No seas tonta.

   Odiaba que me dijesen eso, ¡lo odiaba! Pero él parecía hablarme tan en serio… Intenté razonar con él.

-No quiero ser una molestia para usted.

   Connor puso los ojos en blanco.

-Si me sigues hablando de usted voy a desarrollar complejo de anciano. Y no, no serás una molestia.

   No parecía ir a cambiar de opinión.

-Oiga… quiero decir… mira, no es necesario, en serio. Tengo una casa, ¿vale? Iré allí si lo necesito.

   Volvió a poner los ojos en blanco.

-Eso ni es una casa, ni es nada, Jean. Lo sabes perfectamente.

   Bajé la mirada. La suya me intimidaba. Le escuché resoplar.

-Estaré insistiendo hasta que me digas que sí.

   Le miré de nuevo. Y hablaba totalmente en serio. Fui yo entonces la que puso los ojos en blanco.

   Me levanté de la silla de plástico, y él sonrió, satisfecho.

-Genial. Cuanto antes nos vayamos, antes podremos cenar.

   Sólo con imaginarme comiendo, me rugieron las tripas. Agradecí que Connor no lo oyese.

   Le seguí por los largos pasillos hasta su despacho, donde se quitó la bata y cogió un pequeño maletín. Después, me indicó que le siguiese hasta su coche.

   Entramos en él, un pequeño y antiguo BMW verde, en un completo silencio. No me resultaba incómodo la verdad. Algo en la actitud de Connor hacía que no lo fuese.

   No puso música para llenar el vacío, ni intentó forzar ningún tema de conversación.

   Fue así durante todo el viaje, hasta que aparcó ante la que imaginé que era su casa. Estaba algo más apartada del pueblo, pero las casas se podían ver perfectamente desde allí.

   Me pareció raro que no hubiese luz en ella.

-¿Tienes hambre?-me preguntó.

   Asentí. Él sonrió.

-Has tenido suerte. Ayer fui a hacer la compra, así que tengo el frigorífico a tope.

   Se quitó el cinturón y yo le imité.

-¿No hay nadie?-le pregunté.

   Él miró a la casa como si no me entendiese, y después se rió entre dientes.

-Ah, no. Vivo solo.

   Me sorprendió eso. No sabía por qué, pero me imaginaba a Connor con mujer e incluso hijos, a pesar de lo joven que me parecía. Daba la imagen de un tipo familiar.

   Bajó del coche y yo me apresuré a seguirlo.

Abyss: The humanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora