Abyss: Jean

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No tenía ni idea de qué hacer. De pronto, ya no era él el peligro. Era la persona que le hubiese hecho aquello.

   Ya no era un accidente de coche, ni una caída por algún sitio demasiado empinado.

   Era alguna especie de tortura, seguida de un intento de asesinato.

   Lo que no podía entender era cómo había sobrevivido. Cómo era posible que siguiese respirando.

   Miré la puerta de la cocina, que daba al bosque abierto, abierta de par en par, por donde se colaba un aire helado del que no había llegado a percatarme. El bosque estaba totalmente a oscuras.

   ¿Dónde estaba la persona que había intentado matarle?

   Incluso se me pasó por la cabeza la posibilidad de que el chico que tenía delante tuviese también algún tipo de arma. Pero al verle de nuevo en aquél estado, supe que no tenía que temer nada.

   Soltó un nuevo y más hondo jadeo de dolor.

-Joder-volví a mascullar. Las manos me temblaban-. Joder, joder, joder...

   Intentó moverse. Adelanté las manos para sujetarlo, pero él se apartó de nuevo.

-Deja ya de moverte, ¿quieres?-le exigí. Ni siquiera pensé en que le estaba dando órdenes a un tío moribundo que seguramente había pasado la peor noche de su vida-Escúchame, ¿puedes decirme lo que ha pasado?

   Me pareció una pregunta estúpida nada más hacerla. Él me miró de nuevo. Los labios le temblaban. No supe si era por el dolor, o por el frío. Se me pasó por la cabeza preguntarle si estaba bien, pero claramente, no estaba bien.

   No me respondió.

-Genial...-mascullé. Me llevé la mano al bolsillo del pantalón y saqué mi móvil. Estuvo a punto de caérseme al suelo de lo mucho que me temblaban las manos-. No pasa nada, ¿vale? Voy a llamar al hospital, no te preocupes, ¿vale? No te preocupes...

   Lo repetía una y otra vez, no sólo para él, sino más bien para mí. Me levanté mientras marcaba el número de Carey, y cogí un trapo de la encimera.

   Me agaché con la intención de apretarle el paño contra la herida de la cabeza, para taponarla de algún modo, pero ni siquiera me dio la opción.

   Movió el brazo derecho tan rápido que no lo vi. Mi móvil se estrelló contra el suelo y escuché cómo algo se rompía. Miré al chico, sorprendida, aturdida, y algo enfadada.

-¿Qué coño haces?-le grité-¡Tengo que llarmar al...!

-Déjame...

   Su jadeo doloroso me rebotó en las sienes.

-¿Que te deje...?-mascullé, irritada.

-Vete...

   Le miré, cada vez más y más confundida y cabreada.

-Se acaba...-murmuró entonces. 

   Y casi parecía feliz.

   Alcé las cejas, y recogí el móvil del suelo. Se le había caído la batería, pero podía volver a ponerla en su sitio.

-No se acaba-dije, hablando más para mí de nuevo que para él, mientras me hacía daño en los dedos intentando encajar la dichosa batería-. No se acaba... ¡Mierda!

   La batería se había mojado con la sangre. Desesperada, tiré el móvil al suelo. No había línea telefónica en mi casa. Carey y yo sobrevivíamos sólo con nuestros móviles.

Abyss: The humanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora