II. Epifanía

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Un momento de una sorpresiva revelación.

El olor a la lluvia de verano... el olor a la lluvia de verano jamás había sido de mi gusto a decir verdad. El olor del agua chocando contra el caliente suelo, no recuerdo que se haya colado entre mis olores favoritos, tampoco sonaba atractivo, el olor a lluvia de verano mezclándose en silencio con la tierra mojada de un campo de fresas, no era algo que pudiera dilucidar. A decir verdad, mi preferencia son olores más dulces e intensos, de esos que penetran las fosas nasales y te acompañan por un buen tiempo, hasta que sientes la necesidad de olerlos de nuevo, como el malvavisco, a eso huele Yoongi.

La lluvia de verano nunca fue mi olor preferido, jamás lo fue hasta que lo conocí a él.

Era una tarde de otoño cualquiera, los caminos rumbo a el mercado local se estaban desocupando. Yo iba con mi perro, sin nadie más a mi alrededor y, aunque soy un alfa, no suelo rodearme de muchas personas, menos de otros alfas, y aún peor en mercados locales donde las fragancias de las comidas son intensas y agregarle a eso olores fuertes de alfas no es un buen plan. Los olores en general me aturden, pero los que más me incomodan son los sutiles, esos que los sientes y te acompañan y no logras entender cuánto te gustan y que tan cómodos se sienten, al menos no hasta cuando no los percibes más.

Quería comprarle una bolsa de mandarinas a Yoongi, es otoño y es la mejor época para conseguirlas, él estaba próximo a su celo y eso hacen sus amigos cuando yo ya no estoy en casa, dejarle lo necesario antes de que se encierre, siempre trato de consentirlo mucho en esa época ya que no lo acompaño pues él prefiere pasar su celo solo. Yo podría ayudarle, pero él insiste en que la única vez que me dejará pasar su celo con él, es cuando lo ame intensamente y yo de verdad... de verdad lo he intentado, simplemente siento que no es con él, solo no y no quiero sonar insensible, porque a Yoongi lo adoro con mi alma, mi adoración hacia él es algo que no se puede medir con palabras, pero una cosa es adorar y otra amar, amar con intensidad. Yo adoro a Yoongi, mi lobo en cambio se siente cómodo a su alrededor, pero no ama tenerlo cerca.

Y este otoño en específico entendí más que nunca que aunque Yoongi fuera el Omega más perfecto que alguna vez conocí, no podría ser él con quien decidiera enlazarme de por vida.

La luz dorada del sol poniéndose, daba contra una caseta de mandarinas del mercado local cerca a casa. Solo iba por unas mandarinas, ese era el plan, pero cuando levanté la mirada para ubicar el puesto donde las vendían, frente a él estaba un chico, su piel parecía de porcelana que, al levantar su cabeza en busca de algo o alguien, resplandecía. La luz dorada hacía que el rubor en sus mejillas se intensificara. Solo estaba parado ahí, escogiendo así como yo lo haría, un par de mandarinas para llevar.

Su perfil es algo indescriptible, sus pestañas largas parecían abanicar el cielo. Sus labios eran de un color rosa intenso que dejaba que sus dientes blancos se asomen con timidez cada que mordía con suavidad sus belfos tratando de decidir. Lucía angelical, pude sentir en el fondo de mi ser a mí lobo cayendo rendido hacia él, como si siempre lo hubiera esperado, como si siempre hubiera estado listo para ese momento. Mi corazón latió fuerte y mi respiración se pausó, podía ser que el mundo siguiera a toda velocidad, pero mi mundo se frenó en él.

Sonreí maravillado, dejando que los pocos metros de distancia me llenaran de valentía para hablarle, mientras Tannie continuaba jalándome rumbo al puesto de mandarinas. Contemplé lo inefable de su belleza en silencio, tratando de controlar a mi lobo, no quería aturdirlo, ni empezar a soltar feromonas que sabía perfectamente alterian al resto, paseé mis ojos por su silueta, su espalda es ancha, pero su cintura es tan diminuta, sus piernas son gruesas y largas; el aura de adoración que desprendía cada que el viento movía su camisa blanca, trasparente en algunas zonas, sobretodo acercándose a su cuello que es fuerte, adornado de un pelo ligeramente largo y negro intenso como la noche, cayendo por su frente y parte de su nuca con delicadeza. Paseé mis ojos hasta esa zona y de repente mi corazón se oprimió, ahí a metros de distancia estaba él, podía sentir que era él, que mi luna era él, mi lobo deseaba cantarle con fuerzas, ahí estaba él... mi luna, con la marca de alguien más, alguien más que no era yo.

Afire LoveWhere stories live. Discover now