7. You Really Got Me (The Kinks)

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No sabía que era lo que más impactaba a los amigos de Loretta al abrir la puerta, si la idea de la bailarina más prometedora de la compañía de ballet encerrada en una fría celda o que yo estuviera junto a Charlie sin querer golpearle las pelotas.

Aunque, yo estaba un poco sorprendido de ver a esas personas. No reconocía sus rostros o sus nombres, pero ellos sí que parecían conocer al menos mi nombre.

Aquello llenó mi cabeza de miles de preguntas.

¿Cuándo Loretta hizo estos amigos? ¿Y por qué parecían conocerla mejor que yo?

Me hacía sentir que estaba desconectado de su vida desde antes de nuestra ruptura.

Fuese como fuese, nos apoyaron de buena manera con el dinero y pudimos reunir otros doscientos dólares para la fianza. Eso nos dejaba con un total restante de seiscientos cuarenta dólares y unas cinco horas más para conseguirlo.

—¿Alguno de tus amigos del pueblo contestó? —interrogó Charlie mientras caminábamos hacia el auto.

Revisé mi teléfono, pero mis mensajes seguían sin leerse. Tal vez seguían durmiendo o simplemente se habían olvidado de nuestras existencias en la ciudad y de alguna manera podía entenderlos.

Ni Loretta ni yo habíamos regresado desde la graduación y tampoco era como si tuviéramos muchas ganas de hacerlo. Ninguno de los dos se sentía cómodo en aquel lugar ni tampoco encajábamos como los demás.

—Bien, creo que tengo a alguien. —Lo oí murmurar mientras se recostaba del capó del auto—. No me hablo con ella desde hace un tiempo, pero recuerdo que tiene la costumbre de quedarse trabajando hasta tarde.

—¿Qué hace? ¿Trabaja en un call center? —pregunté mientras abría la puerta del Beetle.

—En un call center de muertos, creo que se le puede llamar así —contestó como si hubiera dicho que trabajaba en la tienda de la esquina—. Es médium, con la tabla ouija, bolas de cristal y esas cosas astrológicas en las que las personas creen ahora.

—¿¡Conoces a una médium y no me lo habías dicho!? —pregunté, sintiéndome un poco indignado.

Charlie rodó los ojos antes de abrir la puerta de su lado y asomarse.

—Nos conocimos hace un par de horas Winslow —me recordó, guardando el teléfono en su bolsillo—. Creo que a tu amiga la médium la presentas después de un mes ¿no?

El chico se apresuró a entrar al auto y regresar a nuestra carrera. Desde la playlist de Nightowl empezó a sonar el pegajoso ritmo de You Really Got Me, que me provocó un movimiento involuntario en la pierna.

Cuando tenía unos doce años, Loretta y yo visitamos una feria donde una astróloga se encargó de hacernos nuestras cartas astrales y explicarnos con lujo de detalle como los astros regían algunas características de nuestras vidas.

Le atinó a cada una de mis características y las cosas que me pasaban en ese momento, hasta se dio cuenta de cosas que ni siquiera le había contado a Loretta como el crush que tuve con un chico durante mis vacaciones en el pueblo donde creció mamá.

Por supuesto mí, entonces amiga, no creyó ni una sola palabra.

En cambio, yo empecé a obsesionarme un poco con el tema y siempre había querido que me hicieran una tirada de tarot, pero era muy difícil encontrar una persona que me diera la suficiente confianza.

Las calles de la zona urbana empezaron a transformarse en estrechos pasajes adoquinados a medida que nos adentrábamos en una sección de la ciudad conocida como La Antigua.

Winslow and the NightowlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora