11. No One Sleeps When I'm Awake (The Sounds)

6.9K 1.2K 626
                                    

Sé que dije que nuestras familias habían sido más que felices cuando Loretta y yo empezamos a salir, pero maquillé un poco esa verdad.

Lo cierto era que yo nunca había sido la persona favorita de Nicola Ellis-Fang.

La primera vez que Loretta me invitó a su casa después de clases, sentí que me dio una larga mirada juzgadora. Escudriñó todo de mí, desde mi ondulado cabello castaño hasta mis desgastados tenis verdes o la gran colección de coloridos brazaletes hechos a mano en mi brazo.

Era tan solo un niño de seis años y ella ya me veía como el anticristo personificado.

Me observó de la misma manera cuando empecé a salir con Loretta, porque al parecer ella siempre creyó que era gay y siguió insistiendo en ello por un tiempo, a pesar de que sabía que Loretta también era bisexual.

Esa mirada siguió cuando nos acompañó hasta el baile de graduación de la secundaria y luego cuando le comenté durante una cena con nuestros padres que quería dedicarme a la música.

Incluso cuando ya había tocado innumerables veces en el pequeño restaurante familiar, en su cumpleaños e incluso cantado Fly Me to the Moon (su canción favorita) durante varios de sus aniversarios.

Después de eso, pareció tolerarme.

No quererme o no llamarme yerno querido, sino simplemente a aceptar que estaba allí y no me iba a ir.

Como cuando aceptas que el gato callejero que recogió tu hija no se va a ir de la casa porque el resto de su familia lo ama y no quieres quedar como la mala de la historia.

Siempre le atribuí su comportamiento a su carta astral (sol en géminis, luna en piscis y ascendente en leo), porque no recordaba haberle hecho algo malo en todo el tiempo que llevábamos de conocernos.

Observé la pantalla, dándome cuenta que no era solo llamada, sino una videollamada.

Me tienen que estar jodiendo

Empecé a mirar a mi alrededor en busca de una esquina donde pudiera estar sin levantar muchas sospechas, aunque dudaba poder hacerlo. Ella conocía cada punto del apartamento de Loretta como si tuviera los planos grabados en la cabeza.

Se me quiso.

—Carajo. —Caminé hacia la cocina y acomodé un poco mi pelo—. Charlie, cállate.

El chico, que estaba recostado aun sobre el sofá cama, frunció el ceño.

—Pero si no he dicho nada...

Shhhhhh, ella no sabe que Loretta y yo terminamos. —Apresuré a quitarme la chaqueta antes de tomar una bocanada de aire.

Me di cuenta de ello cuando recibí en mi apartamento las tarjetas de navidad y año nuevo. Luego cuando recibí dos cajas de detergente para ropa de esas que vienen en las promociones de los cupones (esa mujer estaba a nada de salir en el programa Cuponmanía) y luego cuando me envió una caja de galletas de choco-menta que le compraba a la niña exploradora que vivía en la casa de al lado.

No quise contarle, porque estaba seguro que había una razón por la que Loretta había decidido no hacerlo.

Y tampoco me quejaba de las cosas gratis, especialmente del costoso detergente que dejaba mi ropa con un suave aroma a lavanda.

Apreté el botón verde y en menos de un segundo, el rostro de Nicola llenó la pantalla. Su cabello castaño estaba envuelto en esponjosos rollos de cabello al estilo de los cincuenta, sus gafas de lectura estaban resbalándose por el tabique de su pequeña nariz y había cierto brillo de preocupación en sus ojos verdes.

Winslow and the NightowlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora