10. When You Were Young (The Killers)

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Al graduarnos, la idea de vivir en la ciudad llenó nuestras cabezas.

La universidad estaba allí, la compañía de ballet en la que habían contratado a Loretta estaba allí y fue cuando se hizo más presente la idea de vivir juntos.

Los altos edificios que formaban parte del skyline, los atardeceres desde la costa del pacífico y la oportunidad de encontrar la libertad que ambos habíamos ansiado tanto. De liberarnos de la opresión de nuestro pequeño pueblo.

Incluso, antes de empezar a salir, habíamos fantaseado con la idea de tener un lindo lugar donde ella pudiera tener un cuarto para ballet y yo un pequeño estudio aislado de cualquier sonido para poder componer música en total libertad.

Pero los padres de Loretta se negaron rotundamente a la idea argumentando que iba a ser una distracción para ella y que si estaba todo el tiempo conmigo no la dejaría desarrollar todo su potencial por completo (según ellos, fue con amor).

Y repasando el rumbo que tomó nuestra relación, les agradecería eso hasta el fin de mis días

El edificio de Loretta quedaba en una zona bastante concurrida, a tan solo dos calles de la compañía de ballet. A pesar del precio barato del alquiler, el lugar tenía un guardia de seguridad en la entrada que se quedó de piedra al vernos juntos porque de seguro estaba más que enterado de todo el chisme entre ambos.

Lo único bueno de ese incómodo intercambio de palabras fue que nos dejó pasar porque (lastimosamente) nos conocía.

El interior del edificio era mucho más sencillo, con muros blancos, un ascensor que nunca había funcionado y unas escaleras empinadas que se elevaban en espiral a través de los siete pisos que Charlie subió con facilidad gracias a sus largas piernas y excelente condición física.

Mientras tanto, yo estaba totalmente fuera de forma.

Mis piernas eran demasiado cortas como para seguir su ritmo y terminaba tomándome breves descansos para recuperar el aliento.

Descansos donde Charlie se detenía a mi lado y me esperaba con mucha paciencia. Incluso en cierto momento ofreció su brazo para que camináramos a la par, pero me negué porque no quería verme tan débil frente a él.

Hasta que alcanzamos el sexto piso.

Al pisar la alfombra setentera, algunos recuerdos empezaron a llegar a mí. Cuando la ayudé a mudar sus cosas, cuando me quedaba los fines de semana e incluso las veces en las que nos sentábamos en el balcón a conversar mientras intentábamos ver las estrellas entre la contaminación lumínica de la ciudad.

Fueron buenos tiempos.

Tiempos que habían quedado en el pasado, por supuesto.

La puerta de Loretta era distinguible entre las demás porque de esta colgaban listones dorados con los que decoramos durante nuestra primera navidad en la ciudad y nunca quitó.

—Mierda, no tenemos la llave...

Antes que pudiera terminar la frase, estiré la mano hacia un pequeño escondite cerca de los listones rojos y saqué la llave de repuesto. Al parecer no había cambiado tanto después de todo.

Charlie solo parpadeó con perplejidad, pero no dijo nada.

Al abrir la vuelta me encontré con un lugar que había memorizado.

Conocía la ubicación del mueble de zapatos de la entrada y del perchero torcido que había colocado para ella, conocía la alfombra de pelusa rosa que no había limpiado desde que la compró en el mercado de pulgas.

Winslow and the NightowlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora