1. Paralizada

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NO REGRETS

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NO REGRETS.
capítulo 1: paralizada.

📍 Distrito Orvud.
Año 829.

Ese día había amanecido oscuro, con nubes de lluvia, grises, pronto sería el epicentro de una fuerte lluvia pero las gotas nunca cayeron. El día expresaba la tristeza y el dolor que la niña no mostraba, simplemente no podía, se decía a si misma que debía llorar, gritar al menos patalear, alguien debería de haberla sujetado para no causar tanto revuelo porque el día que más temía había llegado.

Pero de tanto pensar y pensar que esto pasaría, le quitaron las expresiones correctas, no sabía que hacer, no sabía cómo debía hacerlo. Y para sorpresa de los demás permaneció seria, se lo había esperado. Se odiaba por haber parecido menos humana el día que se supone era el peor de su vida. De una u otra manera sabía que esto iba a ser a suceder a fin de cuentas.

Y aunque ella estaba sentada en su patio, sola y seria, las nubes grises eran ella y las gotas próximas de la lluvia, sus lágrimas. Estaba asustada y su mano derecha cubierta de sangre sufría de temblores fuertes que no podía controlar. Apoyada por su rodillas sobre el pasto recién cortado, que dolorosamente le rozaba la pierna en su bonito vestido rosa ya manchado por la sangre, mantenía la mirada fija en los ojos abiertos y ciegos que también la observaban desde su regazo. Estaban cerrados cuando llegó, aún así quería ver los ojos color tierra que había heredado, así que los abrió, porque sería la última vez que podría verlos.

Un grito se escuchó por toda la gran y despampanante casa de tres pisos en el que vivía, haciendo vibrar cada candelabro y pieza delicada que se hallaba en la colección. No fue su grito. Así que alzó la mirada luego de haber visto la guerra y muerte en los ojos muertos, una bonita mujer rubia con piedras preciosas y verdes como ojos se encontraba en la entrada que daba hasta el patio, en donde estaba la niña de diez años que parecía haber envejecido en aquellas pasadas dos horas.

La rubia estaba aterrada, tenía su mano sobre su pecho, los ojos llorosos por lo que le habían informado al llegar a su hogar y encontrarse con los soldados en su sala. Pero no le tenía miedo a lo que oyó, sino a lo vio al ir corriendo al patio trasero.

Su pequeña y bastarda hija sosteniendo la cabeza cercenada de su esposo, manchada de sangre ajena y con la mirada inexpresiva.

Fue la primera vez que Calynn oyó que alguien le decía demonio.

Pero mientras su madre seguía gritando y llorando hasta el punto que el Comandante tuvo que llevársela para calmarla, la pelirroja bajó la mirada y con la mano temblorosa peinó el cabello castaño claro, aún sedoso, de Mim Beyhan que se movía por la brisa veraniega. Parte de su cuero cabelludo fue arrancado de raíz donde se mantenía la sangre seca que sus compañeros no pudieron limpiar antes de llegar, su cuello estaba destrozado, la carne y los músculos caían luego de haber sido separado de su cuerpo y podía ver el hueso que había unido su cabeza con la columna.

Hallelujah | Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora