3: ¡No necesito esto!

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Adan:

La verdad no sé por qué decidí volver a escribir en este cuaderno. Pero siento tanta rabia en estos momentos que no se me ocurre nada más.

Ya tengo 15 años. Sí, lo sé...ha pasado un tiempo desde la última vez que escribí.

Bueno, a lo que importa ahora...

Hace unos meses mientras ensayaba con mi guitarra en mi habitación mi madre pasó por mi puerta y se quedó de pié escuchando mientras tocaba. Al darse cuenta de lo bueno que era le sugirió a mi padre incorporarme al grupo de alabanza. Este ante la sorpresa me mandó a buscar y preguntó si estaba de acuerdo. No pude negarme pues aunque me ponía nervioso, el grupo había tenido dificultades y faltaba la cantante principal y el guitarrista. Ante la necesidad mi hermana asumió el lugar de la cantante y yo estuve de acuerdo en ser el nuevo guitarrista.

Al principio me confundía y cada vez que eso sucedía podía ver como algunos hermanos nos miraban con desagrado pues según ellos eso denotaba ''falta de espiritualidad''. Nos esforzamos hasta el cansancio para lograr los resultados perseguidos durante tantos meses.

Cuando por fin logramos que todo fuera con la excelencia que nos exigía el servir a Dios empezaron mis problemas. Pues tengo algunos amigos que al igual que yo aman la música. Con la diferencia de que éstos no son cristianos, ni siquiera habían pisado el suelo de una iglesia en toda su vida. Hasta hace unos días cuando decidí invitarlos con la excusa de que fueran a ver mi progreso en el instrumento, aunque el motivo obvio era que participaran de todo el servicio.

«¿Quién sabe?»

Pensé, nadie quita que así sea como conozcan a Dios. Ellos no muy convencidos aceptaron mi petición y asistieron. Trataron de vestirse lo más correcto posible y cubrir algunos de sus tatuajes y piercings—Mhm, sólo 15 años y ya los tienen—. Esto me pareció un poco gracioso ya que no estaba acostumbrado a verlos así. Pero en el fondo me alegraba que trataran de verse de ese modo.

Como de costumbre el grupo oró antes de subir al altar para luego comenzar a tocar. Podía ver la cara de asombro que tenían mis amigos mientras sonaba la primera canción, parecían niños. Todo transcurrió muy normal como cada domingo, al menos para mí.

******

(Ese día)

—¡Hey Adan! Ha sido genial. No teníamos idea de tu talento.

—No es para tanto—respondió un poco avergonzado.

—Hermano, eres genial. ¿Qué opinas de comenzar nuestra propia banda en la escuela?

Su sorpresa fue enorme ante tal propuesta. Pero después de pensarlo unos segundos respondió:

—Lo siento chicos. Es una oportunidad genial pero me siento mejor haciendo lo que hago sólo para Dios.

Pudo ver como se borró la sonrisa de sus caras.

—Ah pues… sólo piénsalo bien, ¿sí?

—¡Atsh! Está bien, lo pensaré.

Todos se dirigieron a la puerta principal para salir a la calle y regresar a sus casas. Adan por otra parte se sentía orgulloso de haber logrado que sus amigos visitaran la iglesia.

Pero la felicidad duró muy poco. Al dirigir la mirada hacia una de las oficinas que estaban a un lado del templo observó al pastor Sunlight reunido con algunos de los líderes. Se acercó curioso porque su padre se veía más serio de lo normal. Fue entonces al llegar a la puerta cuando entendió todo.

—Es necesario que otros jóvenes también se desarrollen pastor. El hijo de una de nuestras hermanas estudió guitarra durante mucho tiempo y creemos que sería una buena oportunidad para el grupo de hacer las cosas mejor.

—Pero todos sabemos que Adan es quien toca ahora mismo. Ha puesto todo su esfuerzo por hacer las cosas bien.

—Lo sabemos pastor. Pero, ¿acaso no vió usted a sus amistades en la iglesia? Traían una facha para nada buena. ¿Quién sabe a lo que se dedican esos jóvenes? Y lastimosamente su hijo es uno de ellos, todos notamos la cercanía que había.

No pudo aguantar la decepción tan grande que invadió su ser en ese momento y entró de golpe en la habitación.

—¿Cómo pueden juzgar así a las personas? ¡Vaya! Creía que tanto Dios como su iglesia aceptaban a todos sin importar sus apariencias.

—¡Por supuesto que sí!—exclamaron molestos haciendo notoria su desaprobación.

—Pues no lo parece. Deberían avergonzarse de ustedes mismos y no de mi cercanía con ellos.

—¡Adan! Para ya, discúlpate con los hermanos. Ese tono no es corecto—dijo su padre levantándose del escritorio.

—Pero... ¿papá?

—Nada Adan. Ese tono nunca debes usarlo con personas mayores que tú. El hijo de la hermana y tú estarán tocando un domingo cada uno hasta que se decida quién se quedará.

La rabia invadió al joven adolescente y antes de pensar bien las cosas su boca se abrió.

—¡Es suficiente! Yo renuncio. Si esta es la Iglesia del Señor entonces prefiero irme. No puedo quedarme en un lugar donde todos juzgan en vez d ayudar o apoyar.

¡NO NECESITO ESTO!

******

Ese día al salir de allí divisé unas calles más abajo a mis amigos y corrí hacia ellos. Acepté su oferta y comenzamos nuestra propia banda. Y pensé: Sí, está bien así. En un final, no necesito una iglesia para tocar, nada de eso.

Desde entonces no he vuelto a poner pié en ese lugar. Se puede decir que estoy descarriado. Sé que está mal. Pero fue mi única solución. Papá nunca más habló del tema, ni siquiera en casa. Todos aceptaron que me fuera de la Iglesia como si no les importara, como si no fuera nada. Todos excepto mi hermana que nunca ha dejado de predicarme cada vez que tiene oportunidad.

El Diario de los Hijos del Pastor ©Where stories live. Discover now