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Karen Harper dejó un cojín sobre la mesa de Harry Styles. Era de lana y le habían bordado un perrito.

–¡Esto es inadmisible! –exclamó la mujer–. ¡Ava ha comprado regalos ridículos! Deberíamos obligarla a devolver el dinero y encargar la tarea a otra persona.

Harry la miró con exasperación. Estaba muy ocupado y no tenía tiempo para asuntos irrelevantes, pero descolgó el teléfono y dijo a su secretaria:

–Por favor, dile a la señorita Ava Fitzgerald que venga a mi despacho.

Ava estaba en el cuarto de baño cuando apareció la secretaria de Harry, una rubia de treinta y tantos años. Aún se sentía avergonzada por la escena que Karen Harper le había montado unos minutos antes, delante de todo el mundo. Se había tenido que morder la lengua para no responder de mala manera cuando la directora gerente vio lo que había comprado y la acusó de ser una idiota.

–El señor Styles quiere hablar contigo.

Ava salió del cuarto de baño y se dirigió al despacho de su jefe. Había pasado un día entero desde su último encuentro y, si hubiera dependido de ella, habría pasado un siglo hasta el siguiente. No le agradaba la idea de volver a ver a un hombre que la despreciaba y que no desperdiciaba la ocasión de humillarla, sobre todo, porque era el hombre del que había estado enamorada.

Harry, que llevaba un traje de color gris y estaba devastadoramente elegante, señaló el cojín de la mesa y preguntó:

–¿Qué es esto, Ava?

–Un regalo para Matt Aiken y su esposa. Los investigué y descubrí que crían perros labradores con los que participan en concursos. Me pareció que les gustaría.

–¿Y qué dices de ese espantoso jarrón que has comprado? –intervino Karen.

–Procede de una organización de Bombay que ayuda a las viudas sin recursos... Ruhina Dutta está muy preocupada por los derechos de las minorías en la India. Pensé que ese regalo le gustaría bastante más que un perfume –respondió Ava, sin dejarse intimidar.

–Ya, claro... ¿Y la cadena de Tiffany's? –insistió Karen–. Es tan ridícula que ni siquiera tiene un cierre para...

–No tiene cierre porque es una cadena para gafas –la interrumpió–. La compré para la señora Fox después de leer una entrevista donde se quejaba de que las gafas se le caen constantemente.

Harry soltó una carcajada. Su irritación por tener que ocuparse de un asunto menor había desaparecido por completo. Se lo estaba pasando en grande con el enfrentamiento de las dos mujeres.

–Eso no justifica que hayas comprado un montón de cosas relacionadas con animales –declaró Karen, que no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer.

–¿Por qué no? A la gente le gustan los animales... Además, me dijiste que ahorrara siempre que fuera posible.

–¡Pero no te dije que compraras basura!

–No es basura –se defendió–. Sin embargo, sobra decir que todo se puede devolver.

Harry decidió intervenir.

–Eso no será necesario. Termina el trabajo que te encargué, es obvio que has hecho tus deberes y que te has tomado muchas molestias para averiguar lo que le gusta a las personas de la lista. Pero por favor, no me molestéis más con trivialidades. Salid de aquí y llevaos vuestras diferencias de criterio.

La directora gerente se puso tensa.

–Por supuesto, señor Styles. Siento haberlo interrumpido.

Inocente - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora