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El gran salón estaba lleno de cajas con guirnaldas y objetos decorativos. Ava se había subido a una escalera de mano para decorar el abeto, y empezaba a perder la paciencia porque sus planes iban con retraso. El transporte y la instalación del gigantesco árbol le había hecho perder casi todo el día y, cuando por fin logró que lo pusieran en el sitio adecuado, perdió dos horas más en el ático, buscando las luces.

Su boca tenía una expresión triste. Tras la trágica muerte de Olly y la suspensión de la tradicional fiesta de Navidad, los empleados de Bolderwood habían descuidado los adornos y muchos se habían perdido o estaban rotos. Además, no podía olvidar que la última vez que había estado allí, adornando el árbol, Olly se encontraba a su lado.

Su difunto amigo siempre había sido un perfeccionista, discutía con ella por la posición de cada guirnalda, y ajustaba las ramas y daba mil vueltas a todo hasta que quedaba absolutamente perfecto.

A Olly le gustaba la Navidad tanto como a su hermano le disgustaba. Pero Ava pensó que Harry tenía buenos motivos para desentenderse de la Navidad. Su madre los había abandonado a él y a su padre en esas fechas, cuando era poco más que un niño. De hecho, no las volvió a celebrar hasta muchos años después, cuando Olly se fue a vivir al castillo y se empeñó en recuperar la tradición.

Al pensar en los sentimientos de Harry, Ava se acordó de lo sucedido durante la noche. Él llegó tarde, se tumbó en la cama y se quedó en silencio. Por primera vez desde que dormían juntos, no la tocó ni hizo ademán de tocarla. Y se sintió tan ridículamente rechazada que su confianza en su capacidad para seducirlo se hundió.

Atónita, se empezó a preguntar si Harry se estaría cansando de ella. El artículo del periódico, la carta de su madre y la inesperada reunión con sus hermanastras habían roto la placidez de los días anteriores. Quizás había pensado que era una mujer demasiado problemática y que no merecía la pena. Incluso cabía la posibilidad de que hubiera cambiado de opinión y quisiera perderla de vista cuanto antes.

De repente, su teléfono móvil empezó a sonar.

–¿Sí?

–Hola, Ava, soy Harry. No podré volver hasta dentro de un par de días, así que me quedaré en mi piso de Londres.

–Ah...

–Por cierto, te he organizado una reunión para pasado mañana –le informó–. ¿Estarás en casa?

–¿Una reunión? ¿Con quién?

Ava intentó hablar con naturalidad, para que Harry no se diera cuenta de que se sentía decepcionada. Pensó que habría conocido a una mujer que le gustaba más, o que se había cansado de tantas noches de amor y había decidido volver a concentrarse en los negocios. No en vano, era un obseso del trabajo.

–Con un par de personas a las que quiero que conozcas.

Ella frunció el ceño.

–¿Tengo que ponerme especialmente elegante?

–No, no hace falta. Ponte lo que quieras.

Ava sentía tanta curiosidad que estuvo a punto de insistir para que le diera más explicaciones, pero se mordió la lengua. Harry sonaba cansado y algo tenso, y no quiso mostrarse demasiado insistente con él.

Cuando terminaron de hablar, se guardó el teléfono y siguió decorando el árbol entre pensamientos sombríos. Pensó que su relación era puramente sexual, que estaba con un hombre que no se comprometía con nadie y que, además, ni siquiera tenía derecho a sentirse decepcionada en ese sentido: él había sido sincero desde el principio, no buscaba una relación seria.

Inocente - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora