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Cinco días después, mientras se moría de aburrimiento en una reunión, Harry consideró la posibilidad de regalarle unas flores a Ava, pero la desestimó porque le pareció un gesto demasiado anticuado.

Impaciente, echó un vistazo a un reloj. Estaba pensando que aún tenía cinco horas de trabajo por delante cuando su imaginación le ofreció una imagen de Ava reclinada en la cama y con una lencería de lo más sexy. Desgraciadamente, sabía que era demasiado tímida como para agradecer un regalo así, y no se le ocurría nada mejor. El típico recurso de la caja de bombones le parecía aburrido y previsible.

Empezaba a estar desesperado por la falta de ideas y porque le molestaba invertir tanta energía en un asunto tan baladí. ¿Qué podía necesitar? Sin duda, ropa. Pero, si le compraba ropa, se lo tomaría como una agresión a su independencia o un intento por imponerle sus gustos.

–¿Señor Styles?

Harry miró al ejecutivo que se dirigió a él con un vacío mental propio de una persona sin experiencia en reuniones de negocios. Se preguntó si estaría enfermo, si se habría acatarrado o si habría trabajado en exceso y estaba más cansado de la cuenta, sobre todo porque últimamente no dormía mucho.

Sin embargo, su falta de sueño y su cansancio no se debían al trabajo, sino a sus largas sesiones de sexo con Ava Fitzgerald. Y no estaba dispuesto a renunciar a ellas. Por lo menos, mientras siguiera bajo su techo.

Se levantó del sillón, miró a la concurrencia y dijo:

–Disculpadme. Tengo algo urgente que hacer.

Ese mismo día, Ava estaba desayunando cuando tomó una decisión significativa: ir a ver a su padre. Era sábado, y sabía que los sábados por la mañana se quedaba en casa y se dedicaba a leer los periódicos.

Sus nervios y su sentimiento de culpabilidad la habían mantenido lejos de su antiguo hogar, pero el factor principal era su miedo al rechazo. El juicio, la sentencia condenatoria y los artículos que había publicado la prensa tres años antes le habían ganado el desprecio de su familia y especialmente de su padre, que trabajaba para el departamento de contabilidad de Harry y tuvo miedo de que lo sucedido le impidiera ascender en el escalafón.

Ava no esperaba que la recibieran con una alfombra roja, pero quería pedirles disculpas y ver si existía alguna posibilidad de restablecer los lazos familiares que, por otra parte, nunca habían sido demasiado estrechos.

Además, su nueva vida la animaba a afrontar las cosas con más optimismo. Estaba muy ocupada, pero la organización de la fiesta iba viento en popa y ya había empezado a decorar el castillo de Bolderwood. Desgraciadamente, no dejaba de pensar en Harry Styles. Una y otra vez, se recordaba que su relación terminaría tras la fiesta y que no debía enamorarse de él bajo ningún concepto y, una y otra vez, se sorprendía albergando esperanzas.

–Maldita sea...

Dejó la taza de café a un lado y se dijo que no permitiría que Harry le rompiera el corazón. Estaba segura de que, si se dejaba llevar por sus fantasías románticas, terminaría por lamentarlo. Con excepción de Olly, todas las personas a las que había querido la habían traicionado en algún momento.

Sin embargo, no podía negar que se había encariñado de él. Harry insistía en llevarla a cenar y a visitar lugares de lo más diversos, y ella se sorprendía siempre porque había dado por sentado, equivocadamente, que no era un hombre cariñoso.

Con el paso de los días, algunos de los empleados de Bolderwood se habían dado cuenta de que mantenían una relación. Ava no lo encontraba preocupante, porque sabía que el rumor tardaría en extenderse y que, para entonces, ya estaría lejos del castillo, pero, a pesar de ello, procuraba que no los vieran en público. Era consciente de que algunos habrían organizado un escándalo de haber sabido que Harry se acostaba con la responsable de la muerte de Olly.

Inocente - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora